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cantidad de dinero para la construcción del
colegio de Mirabello y cumplió su palabra con
largueza. Fue siempre una verdadera madre para él.
Solía pedirle consejo para muchas cosas y, por lo
general, siempre iban de acuerdo, ((**It7.287**)) porque
ella conocía perfectamente el espíritu y las
intenciones del siervo de Dios.
Cuando él se decidió a levantar el templo de
María Auxiliadora, le habló de ello sin darle a
conocer el título y le preguntó:
-A quién dedicaremos esta iglesia?
-A María Auxiliadora de los Cristianos,
respondió inmediatamente la Condesa.
Lo mismo sucedió con la iglesia de San Juan
Evangelista, en la Avenida del Rey, cuyo título ya
tenía don Bosco proyectado en su corazón. En
cambio, mientras él soñaba con levantar un
monumento a Pío IX, ella tenía la intención de
perpetuar el nombre de don Bosco.
Así las cosas, el martes, avanzada la mañana,
partía de Vignale. La Condesa le había entregado
mil liras en oro para los gastos del viaje. El
párroco de Camagna, don Pedro Varvelli, había
preparado un refresco para toda la comitiva, que
llegaba a Mirabello al atardecer, donde dormía una
noche, albergada por el señor Provera. Con él, que
ya había hecho preparar los planos del nuevo
colegio y acopiado muchos materiales, determinó
don Bosco que se acelerasen los trabajos, de forma
que estuvieran terminados para el año siguiente.
El día 15 se hizo el recorrido de Mirabello a
Alessandria. Hubo una parada a mitad de camino, en
Castelletto Scazzoso, donde ya tenía preparado un
refresco en casa del párroco.
Llegaron entrada la noche a Alessandria.
Silenciosamente fueron al Seminario. Allí les
aguardaba el Rector, Pedro Parnisetti, el cual
recibió alegremente a don Bosco y le declaró dueño
y señor de la casa. Cenaron y se asignó a cada uno
para dormir una celda de los seminaristas, que
estaban todavía de vacaciones.
El día 16, jueves, celebraron sus devociones de
costumbre en la hermosísima capilla del Seminario
y fueron luego a visitar todas las iglesias y
monumentos de la ciudad. Mientras tanto, iba don
Bosco a saludar al Vicario general, doctor
((**It7.288**)) Felipe
Ansaldi, que era párroco de la Catedral, y a otros
conspicuos personajes seglares y del clero.
El 17, viernes, por la mañana, gracias a un
permiso extraordinario del conde Radicati, General
de la plaza, visitaron la formidable ciudadela de
la Ciudad. Después de comer, los muchachos fueron
hasta Marengo, para contemplar el campo de la
famosa victoria de
(**Es7.250**))
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