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Por las causas antes expuestas no había cesado,
y aún duró bastantes años en los tres Oratorios
festivos, la obra de las Conferencias anexas a la
Sociedad de San Vicente de Paúl. Sus numerosos
miembros, juntamente con varios socios de las
conferencias mayores, se reunían presididos por
don Bosco anualmente para hacer una revisión del
bien realizado durante todo el año anterior. Sin
embargo, estas relaciones se perdieron todas, aun
las referentes al año 1861, leídas en 1862 por los
Relatores de las Conferencias de San Francisco de
Sales en Valdocco, y de San José en Borgo Nuovo.
Se conservó, no obstante, la relación de la menos
numerosa, establecida en el Oratorio del Angel
Custodio en Vanchiglia, cuyo director era don
Miguel Rúa.
Carísimos hermanos:
En el cómputo de las numerosas Conferencias de
San Francisco de Sales y de San José, la pequeña y
casi microscópica Conferencia del Santo Angel
Custodio no se atrevería ni a comparecer; pero, ya
que se tuvo la bondad de tomarla en consideración
y hacerle la honrosa invitación de intervenir, se
anima y se presenta para ofrecer su breve informe
del año 1861. Ciertamente no son grandes ni
numerosas las obras llevadas a cabo por nuestra
Conferencia; no obstante, pese a nuestra
insignificancia y pequeño número, debemos dar
gracias a Dios, que parece ha querido servirse
también de nosotros para hacer un poco de bien.
Cuenta la Conferencia con una docena de socios
y unos veinte asistidos. En el transcurso del año
se celebraron asiduamente las conferencias todos
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los domingos, y constantemente asistieron a ellas
ocho socios cuando menos. Se hicieron también las
colectas y, aunque la bolsa de nuestros socios sea
muy pobre y llena de aire para la mayor parte, se
recogieron durante el año veinticuatro liras con
cuarenta y ocho céntimos que, unidas a las cinco
liras con sesenta céntimos remanentes del año
anterior, sumaron un total de treinta liras con
ocho céntimos. Nuestro óbolo no habría bastado
para cubrir los gastos necesarios de los premios a
nuestros asistidos; pero vino en nuestra ayuda el
Consejo Central con la cantidad de diez liras, se
añadieron ocho más de la colecta hecha en la
reunión general de las Conferencias anejas; y con
ello pudimos estar en condiciones de no hacer
esperar nunca sus merecidos premios a los pequeños
asistidos, que, de cuando en cuando, presentándose
con veinte sellos en el carnet festivo,
respetuosamente y con toda justicia, hacían valer
su derecho a una recompensa; y mostrando sus
vestidos rotos y la punta de sus pies asomando
fuera de los zapatos, no daban tiempo a dilación
alguna. Por tanto, se gastaron en premios cuarenta
y una liras con ochenta céntimos, todas empleadas
en prendas de vestir. Aunque nuestro número fuese
pequeño, resulta consoladora la asiduidad con que
los socios asistieron a las conferencias,
consolador su empeño en atender al bien de sus
asistidos y a la buena marcha del Oratorio.
Y la experiencia de este año, nos hizo ver cuán
necesario es para encenderse la caridad y ser
constante en la asistencia a las conferencias, el
acercarse con la mayor frecuencia posible a los
santos sacramentos. Y gracias a Dios, sus cuidados
no dejaron de verse correspondidos por parte de
los clientes, que acudieron en general con más
asiduidad al Oratorio, se acercaron con mayor
frecuencia a los santos sacramentos (**Es7.23**))
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