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>>-Ayer noche os anuncié que hoy os iba a
contar la segunda parte del sueño, pero muy a
pesar mío creo que no debo mantener mi palabra.
>>Seguidamente, se oyó por todas partes un
murmullo que indicaba la contrariedad y el
disgusto general. Don Bosco, después de dejar que
se serenasen los ánimos, prosiguió:
>>-Qué queréis? Lo pensé ayer noche, lo he
pensado hoy y me he convencido de que no es
conveniente contar la segunda parte del sueño,
pues contiene cosas que no querría se supiesen
fuera de casa.
Contentaos, pues, con sacar algún provecho de lo
que os dije al narraros la primera parte.
>>Al día siguiente, 22 de agosto, le rogamos
insistentemente que si no quería hacerlo en
público, al menos nos contase en privado la
segunda parte del sueño. Se resistía a
condescender con nuestros deseos, mas después de
reiteradas súplicas accedió y nos aseguró que por
la noche continuaría el relato. Así lo hizo.
Rezadas las oraciones, continuó:
-Dadas vuestras continuas peticiones, narraré
la segunda parte del sueño. Si no todo, al menos
os diré lo que puedo referiros. Pero antes es
necesario que os ponga una condición, a saber, que
nadie escriba ni diga fuera de casa lo que voy a
contar. Comentadlo entre vosotros, tomadlo a risa
si queréis, haced lo que os plazca, pero sólo
entre vosotros.
Mientras hablábamos aquel personaje y yo, sobre
el significado de la cuerda y de la serpiente, me
volví hacia atrás y vi algunos jóvenes que
recogían pedazos de carne de la serpiente y se los
comían.
Entonces les grité inmediatamente:
-Pero qué es lo que hacéis? Estáis locos? No
sabéis que esa carne es venenosa y que os hará
mucho daño?
-No, no, me respondían los muchachos; está muy
buena.
Pero, después de haberla comido, caían al
suelo, se hinchaban y se tornaban duros como una
piedra.
Yo no sabía qué hacer, porque a pesar de aquel
espectáculo, cada vez era mayor el número de los
que comían de aquellas carnes. Yo gritaba a uno y
a otro; daba bofetadas a éste, un puñetazo a
aquél, intentando impedir que comiesen; pero era
inútil. Aquí caía uno, mientras allá comenzaba
otro a comer. Entonces llamé a los clérigos en mi
auxilio y les dije que se mezclasen entre los
jóvenes y se industriasen de manera que ninguno
comiese aquella carne. Mi orden no tuvo el efecto
deseado, sino que algunos de los ((**It7.243**)) mismos
clérigos se pusieron también a comer carne de la
serpiente y cayeron al suelo igual que los demás.
Yo estaba fuera de mí, al ver a mi alrededor a tan
gran número de muchachos tendidos por tierra en el
más miserable de los estados.
Me volví entonces al desconocido y le dije:
-Pero qué quiere decir eso? Estos jóvenes saben
que esa carne les ocasiona la muerte, y con todo
la comen. Cuál es la causa?
El me contestó:
(**Es7.213**))
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