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después de dar las buenas noches a don Bosco,
pasaban a dárselas también a él.
Durante el recreo de después de vísperas,
rodearon a don Bosco muchos jóvenes, clérigos y
sacerdotes. Ya hemos hecho mención, en otra parte,
de los interesantes diálogos familiares que se
desarrollaban en estas ocasiones. Los alumnos
siempre tenían preguntas que hacer y que se
sucedían sin ningún nexo lógico, sino conforme a
las ideas que bullían en la mente de quien
preguntaba; a veces, meditadas hacía tiempo y a la
espera de una oportunidad para exponerlas al
siervo de Dios. Eran una prueba de que no
olvidaban ninguna de sus palabras, de modo que él
no podía arriesgarse a ser pillado en error, lo
que, por otro lado, su propia conciencia le habría
vedado. Las preguntas eran tan espontáneas como la
libertad y la confianza concedidas por un padre
amantísimo.
Por consiguiente los muchachos, después de
haber comentado la simpática fiesta de poco antes,
comenzaron a proponer su duda sobre una predicción
de don Bosco del año pasado, porque estaban
seguros del cumplimiento de todas las anunciadas
durante ((**It7.182**)) el año.
Y pusiéronle a prueba recordándole la pregunta del
10 de septiembre de 1861.
La crónica de Ruffino nos cuenta por extenso la
desordenada conversación:
<>-Recuerda usted que el día 3 de junio del año
pasado, con ocasión del ejercicio de la buena
muerte, dijo que uno de nosotros no volvería a
hacerlo otra vez? Cómo se ha cumplido su anuncio?
Nosotros no nos hemos dado cuenta.
>>Don Bosco respondió:
>>-Aquél no hizo el ejercicio de la buena
muerte, yo no tuve más noticias suyas; pero estoy
esperando a ver en qué irá a acabar. Después te lo
diré todo.
>>Habló con seriedad; pero concluyó bromeando y
sonriendo:
>>-Y si no se cumpliese, qué importa?
>>Rieron los muchachos, trataron otros temas
diversos hasta que uno de los mayores preguntó:
>>-Permite usted, don Bosco?
>>-Habla, di lo que quieras.
>>-A nuestro pobre entender, nos parece que, a
veces, la elección de nuestra vocación no es
totalmente libre, o que al menos hay alguna
presión moral; por ejemplo: su sobrino Luis no se
sintió llamado al estado eclesiástico y fue
obligado a trabajar en el campo, sin
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