((**Es7.16**)
>>Venid, pues, a mi habitación y daré a cada
uno su propio papelito. Ruego que cada uno lea el
suyo, lo comunique también a algún amigo, lo rompa
igualmente, si quiere, después de haberlo leído,
pero guárdese de tomarlo a risa.
>>Os exhorto a conservarlo cuidadosamente,
porque yo no puedo guardar copia. Os aseguro que
ni siquiera yo sé lo escrito en cada papelito ni
cuál pertenece a cada uno de vosotros en
particular. Yo los he escrito en un cuaderno; al
lado del papelito está el nombre de cada
individuo; corto el papelito y no me queda más que
el nombre, de forma que si uno lo pierde o se
olvida, todo se acabó, nadie sabrá nunca nada.
Como la cosa es larga, esta noche podrán pasar a
mi habitación todos los sacerdotes, los clérigos y
también los filósofos no clérigos. Que durmáis
bien>>.
Los clérigos, los sacerdotes, los salesianos
laicos acompañaron a don Bosco a su habitación y
recibieron, unos aquella misma noche, otros a la
siguiente, las primicias de aquellos preciosos
aguinaldos. Don Juan Bonetti ((**It7.4**)) recibió
el papelito a él dirigido y leyó: Aumenta el
número de mis hijos.
Enseguida trasladó a su crónica la
recomendación y añadió:
-<>.
Pero qué sucedió aquella memorable noche? Qué
había visto don Bosco? El cuaderno al que se
refería, que se conserva en los archivos y que
nosotros hemos examinado atentamente, es un grueso
y viejo libro registro, con cientos de sus
memorias autógrafas sin orden alguno. En primer
lugar, hay anotadas por uno y otro lado, facturas
mensuales de pensiones ya pagadas; y las
cantidades desembolsadas a los acreedores del
Oratorio durante los años 1853, 1854 y 1855.
Después se leen las calificaciones de muchos
internos, merecidas por sus estudios,
aprovechamiento en el taller y comportamiento
durante varios cursos y los motivos por los cuales
algunos habían sido despedidos de la casa. Está la
lista de los alumnos con sus nombres, año tras
año, desde 1853 a 1858 y faltan totalmente los
admitidos desde 1859 a 1862.
Ahora bien, examinando el complejo de este
registro, se puede lógicamente reproducir cuanto
ocurrió y que no se pudo saber por don Bosco. Se
hallaba él sentado en su escritorio antes de media
noche, cuando una repentina aparición y una orden
le obligó a tomar rápidamente el primer cuaderno
que le vino a mano. Luego escribió(**Es7.16**))
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