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((**Es7.158**) Cuando don Bosco oía hablar de defecciones en la Iglesia de personas respetables o de otros escándalos públicos decía a sus discípulos: -No debéis sorprenderos de nada; donde hay hombres, hay miserias. La Iglesia no tiene nada que temer y, si se diera el caso de que todos se conjurasen contra ella para echarla abajo, siempre está el Espíritu Santo para sostenerla. Continuaba sin desalentarse acercándose a aquellos extraviados, en quienes esperaba poder sembrar una buena semilla de conversión. Y en aquel mes de mayo buscaba ganarse a dos sacerdotes y a un seglar, para restituirlos a Dios. Uno de ellos correspondió a las invitaciones de su caridad, y los otros dos tornaron al fin de la vida. Influirían sus oraciones y las de sus jóvenes para su salvación eterna? El primero fue Passaglia. Escribe así Bonetti en su crónica: <>-Don Bosco posee todos los carismas del Espíritu Santo. >>Y añadió que le gustaría ir a visitarle a Valdocco, pero que lo dejaba para más adelante, porque ahora temía quedar vencido. >>Refirió el profesor estas palabras a don Bosco y él hizo observar a los clérigos: que Passaglia necesitaba un golpe extraordinario de la gracia; que las palabras de los hombres no le servían, y que rogasen al Señor para que lo condujera de nuevo al buen camino>>. Con todo, como se trataba del alma de un sacerdote que tanto escándalo producía en la Iglesia, hizo con Passaglia lo mismo que ya había hecho con Grignaschi y otros más. Intentó acercárselo y sostuvo varias conversaciones con él, llevadas con exquisita prudencia para no ((**It7.176**)) irritarle. El pobrecito reconocía que andaba por un camino falso, pero don Bosco comprendió que no se determinaría a reconocer públicamente su error. Como le vio ávido de alabanzas y respetuosas demostraciones de aprecio, elogió generosamente su docto y célebre Comentario sobre la Inmaculada Concepción, editado en 1854, y cuando se encontraba con él por las calles más frecuentadas de la ciudad, le saludaba cortésmente. Fue elegido diputado y propuso en el Parlamento una ley obligando al clero a jurar fidelidad al Rey y al Estado y a no oponerse a la unidad de Italia. Mas se retiró a la vida privada, y desde su cátedra de ética, ya no habló contra la Iglesia y sus derechos. Compuso y publicó (**Es7.158**))
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