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Cuando don Bosco oía hablar de defecciones en
la Iglesia de personas respetables o de otros
escándalos públicos decía a sus discípulos:
-No debéis sorprenderos de nada; donde hay
hombres, hay miserias. La Iglesia no tiene nada
que temer y, si se diera el caso de que todos se
conjurasen contra ella para echarla abajo, siempre
está el Espíritu Santo para sostenerla.
Continuaba sin desalentarse acercándose a
aquellos extraviados, en quienes esperaba poder
sembrar una buena semilla de conversión. Y en
aquel mes de mayo buscaba ganarse a dos sacerdotes
y a un seglar, para restituirlos a Dios. Uno de
ellos correspondió a las invitaciones de su
caridad, y los otros dos tornaron al fin de la
vida. Influirían sus oraciones y las de sus
jóvenes para su salvación eterna?
El primero fue Passaglia. Escribe así Bonetti
en su crónica:
<>-Don Bosco posee todos los carismas del
Espíritu Santo.
>>Y añadió que le gustaría ir a visitarle a
Valdocco, pero que lo dejaba para más adelante,
porque ahora temía quedar vencido.
>>Refirió el profesor estas palabras a don
Bosco y él hizo observar a
los clérigos: que Passaglia necesitaba un golpe
extraordinario de la gracia; que las palabras de
los hombres no le servían, y que rogasen al Señor
para que lo condujera de nuevo al buen camino>>.
Con todo, como se trataba del alma de un
sacerdote que tanto escándalo producía en la
Iglesia, hizo con Passaglia lo mismo que ya había
hecho con Grignaschi y otros más. Intentó
acercárselo y sostuvo varias conversaciones con
él, llevadas con exquisita prudencia para no
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irritarle. El pobrecito reconocía que andaba por
un camino falso, pero don Bosco comprendió que no
se determinaría a reconocer públicamente su error.
Como le vio ávido de alabanzas y respetuosas
demostraciones de aprecio, elogió generosamente su
docto y célebre Comentario sobre la Inmaculada
Concepción, editado en 1854, y cuando se
encontraba con él por las calles más frecuentadas
de la ciudad, le saludaba cortésmente.
Fue elegido diputado y propuso en el Parlamento
una ley obligando al clero a jurar fidelidad al
Rey y al Estado y a no oponerse a la unidad de
Italia. Mas se retiró a la vida privada, y desde
su cátedra de ética, ya no habló contra la Iglesia
y sus derechos. Compuso y publicó
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