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((**Es7.139**) de cartas selladas y con el giro postal por el valor de los ejemplares pedidos únicamente a la Dirección Central de las Lecturas Católicas, Calle de Santo Domingo, número 11, Turín>>. A esta oficina debían enviar, el Obispo y don Bosco, todo lo concerniente a la regularidad de las cuentas. El Obispo jamás se había informado de las mismas y estaba al margen de todo ello, dado que tenía puesta confianza ilimitada en su representante. Don Bosco, a quien tocaba todo el trabajo, puesto que preparaba los libritos, pedía a veces amigablemente informes sobre la contabilidad, pero solamente obtenía respuestas de que había deudas a pagar y de que los gastos de imprenta superaban a las entradas. Don Bosco, en atención al Obispo, aceptaba o parecía aceptar, tal rendición de cuentas, para no romper la amistad de tantos años, y también porque era enemigo de toda discordia, que pudiera perjudicar a su obra predilecta. Pero, al mismo tiempo, estudiaba la manera de hacerla duradera, dejándola en herencia a la Congregación Salesiana y consolidando así la propiedad. Como ya tenía organizada su imprenta, había decidido que podría encargarse de la publicación de las Lecturas Católicas. Todo estaba a su favor; sin embargo él, con mucha prudencia, había intentado, a través de cartas y visitas, persuadir al Obispo de la necesidad de esta resolución: en primer lugar por el trabajo continuo que de este modo daría a sus alumnos; y en segundo lugar por la economía que se obtendría en los trabajos realizados. El Obispo lo aprobó; pero he aquí que, a primeros de mayo, le llegaba a don Bosco una carta, en nombre de Monseñor escrita por el canónigo, teólogo y abogado, Angel Pinoli, Provicario general, en la cual se le reprochaba la innovación introducida, por cuanto para ((**It7.153**)) verificarla se afirmaba que le faltaba el derecho de propietario.Qué es lo que había cambiado el parecerer del Obispo? Probablemente alguien interesado en este asunto. Sospechóse que don Bosco daba un primer paso para librarse de una tutela que no quería, aunque toleraba. Temióse que, al quitar a Paravía el trabajo de imprenta, pidiera éste, al menos, el pago de sus créditos, sin más dilaciones; vióse el peligro de tener que presentar la contabilidad, con su activo y su pasivo, que por distintas causas era difícil de regular en aquellos días. Por estas razones se buscó la ocasión de sostener ante el Obispo, que don Bosco no había considerado sus derechos y que le pertenecía a él la propiedad de las Lecturas Católicas; que, sin su apoyo, don Bosco habría conseguido muy poco, y que el cambio de imprenta podría ser peligroso para las mismas Lecturas. (**Es7.139**))
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