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((**Es7.129**) -Es verdad, tiene razón, interrumpió don Bosco; veo muy claro a dónde va a parar con su razonamiento... Yo he tenido que trabajar y sacrificarme mucho por ese Seminario Menor... He enviado muchos alumnos, que sin mi invitación hubieran ido a otro lugar o bien no se hubieran movido de sus casas... Lo he dotado de personal dirigente... Y todo para condescender y obedecer a su invitación formal, que me prometía plena libertad de acción, y ahora quieren darme de lado. Bueno... -íOh, esto no! -Que no? Mi querido señor, no soy tan ciego como para no verlo... para no entenderlo. -No lo tome usted así. íNosotros no queremos excluirle! Siempre sería usted quien estaría al frente de la alta dirección y siempre le tendremos a usted como a un insigne bienhechor... pero, le rogaríamos solamente que dejara actuar a los demás... que no se metiera en lo que toca a la acción del Rector... Además así tendría usted menos preocupaciones... ((**It7.140**)) Y acabó dándole a entender que era mejor, por amor a la paz, que se abstuviese por algún tiempo de poner los pies en el Seminario Menor. Sin hacer la más mínima observación, don Bosco respondió resueltamente pero con toda calma: -íSi es así, yo me retiro! Al día siguiente de esta conversación, el canónigo Vogliotti fue a Giaveno. Después de haber comunicado al Rector, reverendo Grassino, la esperada decisión de don Bosco, de abandonar la dirección, llamó al clérigo Vaschetti y tantas cosas le dijo, tantas promesas le hizo de asignarle un patrimonio eclesiástico y adelantarle en un año la ordenación sacerdotal, que aceptó continuar con su labor en el Seminario. El clérigo Vaschetti quería mucho a don Bosco, pero no estaba ligado a él por ninguna obligación especial; deseaba, por otra parte, alcanzar una posición estable en la diócesis y era su ideal obtener una parroquia donde ejercer con celo el sagrado ministerio. Mientras tanto el clérigo Ruffino, que era de Giaveno, llegó a enterarse de los detalles de la trama que hacía más de un año se había urdido contra don Bosco y no pudo por menos de exclamar: -íEs una verdadera traición! Con semejante persuasión uno de los clérigos más antiguos del Oratorio escribió a Vaschetti una punzante epístola, que él remitió a don Bosco lamentándose de la misma. Y don Bosco, como un buen padre, le respondió calmándole; todavía hoy (1909) conserva él esta (**Es7.129**))
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