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quedó solo en el dormitorio. A las diez vino a
verle el enfermero para comunicarle que el médico
llegaría dentro de unos instantes, que se
levantase y fuese a la enfermería para hablar con
él y pedirle el certificado que le había dicho don
Bosco.
>>Poco después se oyó la señal de la llegada
del médico y un muchacho del dormitorio contiguo
al de Maestro, que también estaba indispuesto, se
acercó a la puerta del de aquél y dijo en alta
voz:
>>-Maestro, Maestro, es hora de ir a la visita
del médico.
>>Lo llamó una y otra vez pero Maestro no
respondía. Creyó el compañero que se había quedado
dormido. Entonces se acercó a su cama, lo tomó por
un brazo, lo volvió a llamar, lo sacudió, pero
Maestro seguía inmóvil.
>>Imposible explicar el espanto del muchacho;
comenzó a gritar
inmediatamente:
>>-íMaestro ha muerto, Maestro ha muerto!
>>Corrió a comunicar la noticia a la enfermería
y el primero con quien se topó fue con don Miguel
Rúa, el cual aún llegó a tiempo para dar la
absolución al moribundo, mientras exhalaba el
último suspiro. Enseguida se comunicó la desgracia
a don Víctor Alasonatti, y yo (dice Bonetti) fui a
llamar a don Bosco. ((**It7.132**)) La
noticia de la muerte corrió como un relámpago por
clases y talleres. Muchos acudieron al dormitorio
y se arrodillaron ante el cadáver, rezando por el
alma del difunto. Algunos esperaban que estuviese
aún vivo, y se acercaron al lecho con tisanas y
licores fuertes. Pero todo fue inútil. Cuando
llegó don Bosco, apenas lo vio, perdió toda
esperanza: aquella vida se había apagado.
>>El pesar era general, especialmente porque
Maestro se había ido de este mundo sin tener al
lado ni un solo compañero.
>>Don Bosco, al contemplar la consternación que
se había apoderado de los muchachos, los
tranquilizó sobre la salvación eterna de Maestro.
>>Había comulgado el miércoles, y desde la
festividad de los Santos hasta la fecha había
observado una conducta tal, que daba a entender
que aquel jovencito estaba preparado para morir.
>>Clérigos y jóvenes desfilaron ante el cadáver
y, al llorar su muerte, reconocían que con ella se
había cumplido el sueño de don Bosco.
>>El siervo de Dios habló por la noche a todos
de tal forma, que arrancó las lágrimas de su
auditorio. Hizo resaltar cómo Dios se había
llevado a dos jóvenes del Oratorio en el espacio
de nueve o diez días, sin que ninguno de los dos
hubiese podido recibir los auxilios de la
religión.
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