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Don Bosco lo admitió y se encontraba tan feliz
el buen artista que repetía:
-He entrado en el paraíso.
Trabajaba como un joven de veinte años,
enseñaba con diligencia a sus alumnos y vigilaba
para que no diesen el menor disgusto a don Bosco.
Fue él quien preparó después todos los armazones
de hierro para al iglesia de María Auxiliadora y
especialmente los ventanales. Vivió cuatro años en
el Oratorio repitiendo hasta el último instante de
su vida:
-Bendito sea el día en que don Bosco me aceptó
es su casa.
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