((**Es7.110**)
Dalmacio, con un jefe de taller despedido del
Oratorio, el cual me dijo:
>>-Reano, has de saber que don Bosco y don
Angel Savio se las tendrán que ver conmigo.
>>-Y por qué me sale ahora con eso?, respondí;
no me gustaría saber nada de ello porque sufro
mucho al oírlo.
>>Pero como el otro se irritó con sus
recriminaciones, le contesté:
>>-Escuche, señor, atienda mi consejo: lo que
pasó, pasado está, y yo no puedo convertirme en
juez del caso. A usted no le falta trabajo; deje,
pues, correr el agua al pilón. Quiere declararse
enemigo de don Bosco? Yo no me atrevería a tanto,
ni siquiera por todo el oro del mundo.
>>A mis palabras se enfureció y llegó hasta
meterse conmigo, de forma que nos separamos
descortésmente.
>>Pocos meses después, huyó de casa su mujer y
a las pocas semanas se escapó su hija mayor. Seis
meses más tarde fue víctima de un ataque
apoplético, que le dejó paralizada una pierna
((**It7.120**)) y le
obligó a caminar apoyándose en un bastón.
Transcurrido un año, un nuevo ataque le quitó la
vida. Su segundo hijo, sin padre ni madre, vivía a
duras penas y era socorrido alguna vez por don
Bosco.
La divina Providencia favorecía entre tanto a
don Bosco proporcionándole buenos jefes de taller,
algunos excelentes, de quienes haremos honrosa
mención a su tiempo. Por ahora nos conformamos con
nombrar a uno sólo, al cerrajero Juan Bautista
Garando, que era fervoroso cristiano, chapado a la
antigua y auténtico artista en su oficio. Durante
varios años había aceptado en su taller a
muchachos recomendados por don Bosco y todos
quedaron muy contentos de tal maestro. Por falta
de clientes y quiebras económicas, había tenido
que cerrar su taller y se vio obligado a trabajar
de simple obrero con un amo. En 1863, Pedro Enría,
que había trabajado tres años bajo su dirección,
lo encontró por Turín, diole muchas muestras de
cariño y le pidió sus noticias. Respondióle que de
salud, gracias a Dios, no estaba mal.
-Pero, fíjate; añadió, a qué punto he llegado a
mis setenta años. Me toca hacer de mozo en un
taller.
Enría le respondió:
-Querido Bautista, quiere venir conmigo al
Oratorio? Estoy seguro de que don Bosco le
aceptará enseguida en casa, tanto más que tiene
dificultades para poner en marcha un taller de
cerrajería.
-íAh! exclamó Garando; si el Señor y la Virgen
me concedieran esta gracia, yo no saldría jamás de
aquel lugar.
(**Es7.110**))
<Anterior: 7. 109><Siguiente: 7. 111>