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y mientras, sentado a la mesa, revolvía papeles,
cartas y planos, apareció de pronto un sobre, cuya
procedencia ignoraba. Lo abrió y encontró las
cinco mil liras, que necesitaba el maestro de
obras; bajó tranquilamente y se las entregó. Este
hecho demuestra el sumo cuidado que Dios tiene con
sus siervos, ya sea que El inspirara a alguien que
llevara secretamente aquel dinero, ya sea,
digámoslo también, que prodigiosamente lo hiciera
aparecer allí. íEs tan bueno el Señor! Don Bosco
no supo nunca de dónde procedía aquel donativo.
Buzzetti estaba encargado de otro trabajo. Una
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de madera abierta, con techo cubierto de tejas,
servía para depósito de los utensilios de
albañilería y para la cal, bajo las ventanas de la
habitación de don Bosco a mediodía. Aquí se debía
levantar un pórtico con columnas, de catorce
metros de longitud por cuatro de alto y seis con
setenta y cinco de anchura, que sostenía una
terraza abovedada. Cerrados con pared los espacios
entre columna y columna salía una hermosa sala
donde se trasladarían las máquinas de la primera
tipografía, hasta que estuviese preparado el nuevo
local destinado para ella; y después la fundición
de los tipos de imprenta habría ocupado su lugar.
Estos planos fueron ejecutados a su tiempo,
pero como se requería una gran cantidad de
trabajos en hierro, don Bosco comenzaba el taller
de cerrajería. Destinó para ello la sala adonde,
como ya queda dicho, había emigrado el maestro
Miglietti desde la vieja portería con sus alumnos
externos. A él se le asignaba para la clase un
local en los primeros pórticos, junto a los
talleres de encuadernadores de libros, zapateros y
carpinteros. Los sastres trabajaban en el primer
piso, detrás del despacho de don Víctor
Alasonatti, y en la planta baja de la casa que fue
propiedad de Filippi, trabajaban algunos
tintoreros y sombrereros.
El aumento progresivo de talleres obligó a don
Bosco a modificar los dos reglamentos precedentes,
que asignaban al jefe de taller la responsabilidad
del trabajo, de la economía, de la disciplina y de
la moralidad de los alumnos.
Por tanto preparó uno nuevo en el que encargaba
totalmente cada taller a un asistente seglar de la
casa, el cual debía ser ayudado por el jefe de
taller 1. Entre los primeros asistentes se cuentan
José Rossi y José Buzzetti.
1 Reglamento de los Talleres
1.° Los aprendices de cada taller deben estar
sometidos y obedecer al asistente y al maestro de
taller, que son sus inmediatos superiores.
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