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del Santísimo Sacramento, a la que pertenecía
Magone, se reunieron como solían hacer todos los
días festivos. Después de la acostumbrada oración
y lectura, una vez dados los avisos ((**It6.120**)) que
parecían más oportunos a las circunstancias del
momento, uno de los compañeros tomó la bolsita de
las florecillas, es decir, de los papelitos en los
que estaba escrita una máxima para practicar
durante la semana. Dio la vuelta entre los socios
y cada uno sacó uno a suerte. Magone abrió el suyo
y vio escritas estas impresionantes palabras: <>. Las leyó y,
con ademán de sorpresa, las comunicó a los
compañeros diciendo:
-Creo que esto es un aviso del Señor para
advertirme que esté preparado.
Fue después a don Bosco y le presentó la
florecilla con mucha ansiedad, diciéndole que la
consideraba una llamada de Dios que lo citaba a
comparecer ante El. Don Bosco lo animó a vivir
tranquilo y estar preparado, no en fuerza de aquel
papelito, sino en virtud de las repetidas
recomendaciones que Jesucristo nos hace en el
Evangelio, para que estemos preparados en todos
los momentos de la vida.
-Dígame, pues, replicó Magone, cuánto tiempo me
queda de vida?
-Viviremos mientras Dios nos conserve la vida.
-Pero, viviré todavía todo este año?, dijo algo
conmovido.
-Serénate, no te angusties. Nuestra vida está
en manos del Señor, que es un buen padre; El sabe
hasta cuándo nos la ha de conservar. Además, no es
necesario saber el día de la muerte para ir al
paraíso; sino prepararnos con buenas obras.
Entonces dijo Magone tristemente:
-Cuando no quiere decírmelo, es señal de que
estoy cerca.
-No creo, replicó don Bosco, que estés tan
próximo: pero aunque fuera así, tendrías miedo de
ir a visitar a la Santísima Virgen en el Cielo?
((**It6.121**)) -Es
verdad, es verdad.
Y volviendo a su habitual jovialidad, marchó al
recreo.
Fue la única vez que don Bosco, confiando en la
virtud y amor a Dios verdaderamente grandes, que
adornaban el corazón de este joven, se dejó
escapar algunas palabras más, que le indicaban,
aunque obscuramente, que estaba próximo su último
día. Pero la turbación que advirtió en él, aunque
fuera por breves momentos, fue tal, que hizo firme
propósito de no dejar ya traslucir semejantes
secretos a los jovencitos, que Dios le revelaba
estaban maduros para la eternidad.(**Es6.99**))
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