((**Es6.96**)((**It6.116**)) Dicho
esto, calló don Bosco un instante, paseó la mirada
afectuosa sobre los muchachos y siguió diciendo:
-<>.
Mientras esto decía tenía puesta su mano sobre
la cabeza del que estaba más cerca de él, que era
Magone. Este, clavando en su cara los ojos, que
resplandecían con pureza angelical, le preguntó:
-Dígame, soy yo?
Don Bosco no contestó.
-He comprendido, replicó Magone; soy yo quien
debe preparar la maleta para la eternidad; bien,
me mantendré preparado.
Los compañeros se rieron al oír estas palabras,
pero no las olvidaron. Tampoco Magone las olvidó,
mas no cambió su alegría y su jovialidad; siguió
cumpliendo con la mayor diligencia los deberes de
su estado. Así terminaba don Bosco el año 1858.
Durante aquel año no hubo ningún funeral en el
Oratorio.
Sólo un joven había fallecido, José Morgando,
natural de Turín, que entregó el alma a Dios en el
hospital del Cottolengo el 24 de noviembre, a la
edad de diecisiete años.(**Es6.96**))
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