((**Es6.86**)
Fue e hizo lo que san Macario le había mandado.
Después de una hora volvió y el santo le preguntó:
-Has hecho lo que te dije?
-Sí, lo hice.
-Vuelve entonces a las mismas tumbas y empieza
a decirles todos los elogios, los cumplidos,
alabanzas y lisonjas que sepas y puedas inventar.
Volvió el joven al cementerio y, a voz en
grito, se puso a alabar a aquellos muertos como si
fuesen héroes de la ciencia, del valor, de la
virtud, de la santidad. Después se presentó a san
Macario.
Este le preguntó de nuevo:
-Has cumplido la obediencia?
-íSí, señor!
-Qué respondieron aquellas tumbas a tus
injurias y a tus alabanzas?
-íNada!
-Pues bien, si quieres ser mi discípulo, debes
mostrarte impasible y muerto, como aquellas
tumbas, ante las injurias y alabanzas que te
puedan hacer de aquí en adelante.
Queridos amigos, es una gran virtud la
indiferencia, lo mismo para lo bueno que para lo
malo que pueda sucedernos, y esto por amor a Dios.
No es que yo quiera exigiros la perfección en esta
virtud; pero, sí, deseo que seáis menos sensibles
a las alabanzas y a las críticas. Y esto frente a
Dios y frente a los hombres. Hay, a veces, algún
muchacho que ha recibido de Dios un don especial
por haber tenido éxito en su trabajo o porque
alcanzó un buen puesto,en clase o una buena
calificación en los exámenes, y se pavonea, se
engalla por el honor conseguido, se cree ya un
gran personaje, ((**It6.102**)) va en
busca de fulano y de zutano para que le repitan el
panegírico, tiene en menos a sus compañeros y se
da por ofendido, si no le guardan las
consideraciones que cree merecer. Esto es
soberbia, que acarrea desprecio y provoca la burla
a nuestras espaldas, pues ofendemos la
susceptibilidad ajena y, más tarde o más temprano,
Dios nos humillará.
Hay también muchachos que no saben aguantar una
broma y mucho menos una burla, un gesto mordaz,
una palabra injuriosa; se ponen colorados como un
tomate, se enfadan, devuelven la pelota, golpean y
íay de quien los mire! Esto es soberbia, que nos
hace faltar a la caridad, nos hace olvidar el
precepto del perdón, nos enajena la simpatía de
los compañeros y nos hace odiosos a todos,
mientras no encontremos a uno más fuerte que
nosotros que nos vuelva las tornas. Y entonces,
disgustos, rencillas, arrebatos y malos papeles.
Así pues, si nos alaban, si todo lo nuestro va
bien, demos gracias a Dios por ello; pero seamos
humildes pensando que todo nos viene de Dios, que
puede quitárnoslo en un instante. Si nos regañan,
observemos si la censura o el reproche es
razonable y corrijámonos; si no lo merecemos,
tengamos paciencia y calma, soportémoslo por amor
a Jesús que fue humillado por nosotros.
Acostumbraos a saber frenaros vosotros mismos, que
es la manera de tener muchos amigos y ningún
enemigo. Y si hubiese alguno tan pesado que no os
quisiese dejar en paz, para eso están los
superiores que saldrán en vuestra defensa. Tened
en cuenta, además, que el humilde y amable siempre
será bien visto por todos, por Dios y por los
hombres. Bienaventurados los mansos porque ellos
poseerán la tierra.(**Es6.86**))
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