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Ved ahí, queridos jóvenes, cómo el que quiere
realmente llegar a ser grande, ha de comenzar
desde joven a recorrer con valentía el camino de
la virtud. El que empieza bien de joven puede
esperar que el Señor le ayude en todas las
circunstancias de la vida; pero, si durante la
juventud no cuida sus deberes religiosos, ((**It6.100**)) sino
que encima se burla de los que practican, éste
debe temer, y mucho, que tarde o temprano, caiga
sobre él la ira de Dios.
III
Cuando san Felipe Neri era todavía jovencito,
vivía en Florencia y solía ir a menudo al convento
de los dominicos, donde había un fraile que, más
de una vez, le contó el siguiente hecho:
Había dos religiosos que tenían la costumbre de
confesarse mutuamente antes de ir al coro a rezar
maitines. Una noche quiso el demonio burlarse de
ellos. A la hora señalada fue a llamar a la puerta
de uno de los dos frailes, invitándolo a bajar a
la iglesia. Creyendo el fraile que le había
llamado el compañero, bajó y a llegar al coro vio
a uno, que por su aspecto, por el hábito, por su
andar parecía exactamente su compañero, que iba a
sentarse en el confesonario. Se acercó él a la
rejilla para confesarse según su costumbre.
Mientras iba diciendo sus faltas, oyó extrañado
que le respondía:
-íEso no es nada!
Siguió su acusación, manifestó una falta más
grave y oyó la voz del confesor que repetía:
-íEso no es nada!
Entonces, sospechando que allí había alguna
trampa, se santiguó y al momento calló la voz del
confesor. Hizo una pregunta y nadie respondió.
Miró y el confesor, es decir, el diablo, había
desaparecido.
Queridos hijos, no olvidéis la palabra que
suele emplear el demonio cuando quiere induciros
al pecado: íeso no es nada!
Ante ciertas amistades demasiado apasionadas,
que desagradan a los superiores: íeso no es nada!
Ante ciertas murmuraciones contra los compañeros o
contra el reglamento: íeso no es nada! Frente a
las desobediencias a ciertos mandatos, las
meriendas clandestinas: íeso no es nada! Se
presentan a veces dudas graves sobre ciertas
acciones o pensamientos, que nos ruboriza confesar
y: íeso no es nada!
No os digo que toméis por grave lo que es leve,
pero os pongo sobre aviso para que no prestéis
oído al demonio, cuando os repita que eso no es
nada. Una falta nunca deja de serlo y, por tanto,
hay que corregirse. Y después no olvidéis que qui
spernit modica, paulatim decidet (el que desprecia
las cosas pequeñas, poco a poco caerá).
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IV
Cierto día se presentó un joven a san Macario
para que le aceptara como discípulo. San Macario
lo recibió amablemente y le dijo:
-Ves aquel cementerio?
-Sí, lo veo.
-Bueno, pues ve allá, métete entre las tumbas y
lanza todas las imprecaciones, todos los
improperios, todas las palabras de burla que sepas
y puedas inventar.
-íEnseguida!, contestó el joven.(**Es6.85**))
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