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((**Es6.83**) Pero cuando don Bosco hablaba. no se proponía únicamente el orden moral y el progreso espiritual, sino que también procuraba, con múltiples y adecuados medios, adueñarse de la mente de los jóvenes, para frenar su volubilidad. Baste de momento un solo hecho para adivinar muchos otros que a su debido tiempo expondremos. ((**It6.97**)) Cuando don Bosco había determinado conceder una excursión u otra diversión semejante a los jóvenes, se ponía de acuerdo con un sacerdote, el cual interrumpía su platiquita preguntándole si no le parecía conveniente conceder a los muchachos aquel pasatiempo. Don Bosco ponía algunas objeciones y observaciones, como dudando si concederla o no. El otro insistía. Los muchachos, como es natural, seguían con vivísimo interés una disputa que esperaban concluyera a su favor, y finalmente don Bosco acababa concediendo. Estos diálogos servían para obtener la promesa de un comportamiento mejor, para manifestar ciertos desórdenes que había que remediar, para reprochar determinadas faltas contra el reglamento, pero sin ofender a nadie, como quien bromea, mas con la seguridad de obtener una gran mejora. Con este ardid se entretenían las mentes de los muchachos, que cavilaban durante varias semanas sobre lo que se les había anunciado, y se convertía en el tema de sus conversaciones, escribían sobre ello a sus casas, aguardaban con ansia el día esperado, formaban sus alegres planes y quedaban así, lejos de su corazón, otras imaginaciones que hubieran podido perjudicar a sus almas. Por el mismo motivo promovía y anunciaba, con las más seductoras descripciones, las fiestas religiosas, las veladas, las funciones de teatro, las rifas. A veces contaba acontecimientos portentosos, describía sueños de incomparable belleza o manifestaba los grandiosos proyectos que iba planeando. Los muchachos y los clérigos quedaban tan impresionados con estas pláticas de don Bosco, que al día siguiente algunos las escribían en un cuaderno, para conservar los avisos oídos y, al releerlas, sacar provecho de ellas. A nuestras manos llegaron muchos de ((**It6.98**)) estos escritos, que nos enviaron venerandos sacerdotes de nuestra Pía Sociedad, sacerdotes diocesanos e ilustres seglares, antiguos alumnos nuestros, que los guardan como queridos recuerdos de su niñez, para que sacáramos copia. Son sencillos bosquejos, pero a veces prolijos: falta, aunque no del todo, la santa unción del hombre de Dios; se pierde la fuerza de su palabra; sin embargo, hay mucho de su espíritu, y nos hacen revivir aquellos años benditos que ellos tuvieron la fortuna inestimable de vivir con él. Este es el motivo por el cual presentaremos, de vez en cuando,(**Es6.83**))
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