((**Es6.807**)
En 1861 el joven Ric..., ingresado en el
Oratorio pocos meses antes, nunca había querido ir
a confesarse.
Si al bajar las escaleras, veía subir a don
Bosco, él se volvía atrás en seguida y echando a
correr por el corredor, bajaba a toda prisa por
otra escalera. Ni una vez pudo don Bosco
encontrarle, poniendo incluso a su lado buenos
compañeros, que le indujeran a acercársele.
Pero la víspera de Navidad, Ric... sintióse
acometido de un grave malestar, que por la noche
degeneró en frenesí; empezó a gritar diciendo que
tenía la cama rodeada de demonios, que lo
agarraban y arrastraban; sus espantosos gritos
oíanse por toda la casa.
Después, poseído de un terror cada vez más
profundo, comenzó a hacer una de las más
abominables narraciones. El asistente, clérigo
José Bongiovanni, mandó a todos los jóvenes del
dormitorio, a quienes había despertado con sus
gritos, que se taparan los oídos. Al amanecer le
había bajado algo la fiebre, pero Ric..., enterado
de las revelaciones que había hecho durante la
noche anterior en su estado de delirio, tan
enfermo como estaba, huyó a su casa y ya no se le
vio, ni se tuvo de él noticia alguna.
Don Domingo Belmonte fue testigo de este hecho.
Pasadas las fiestas de Navidad, refiere
Ruffino, don Bosco cayó enfermo de erisipela y
guardó cama unos días. El último día del año de
1861 mejoró. Dijo por la noche que quería bajar
al locutorio. Todos eran del parecer contrario.
((**It6.1071**)) Pero
él bajó de la habitación, subió a la cátedra para
dar como de costumbre el aguinaldo general a todos
los jóvenes que le aplaudieron unánimes y, según
la crónica de Bonetti, habló en los términos
siguientes:
He querido bajar para veros y hablaros esta
noche, porque estaba convencido de que, si no
venía, no podría ya veros ni hablaros en este año
(risas). El año 1861 ya ha pasado; los que lo
pasaron bien, ahora se encontrarán satisfechos;
los otros podrán arrepentirse, pero este año ya no
podrán recobrarlo; el tiempo pasa sin remedio:
fugit irreparabile tempus (huye irreparable el
tiempo). Acostumbro, la última noche de cada año,
dar a mis hijos algunos recuerdos para el año
siguiente. Los recuerdos para el 1862 van a ser
éstos:
Poned mucho interés en oír bien la santa misa,
y cada uno por su parte trabaje por promover la
devota asistencia a ella. Este año tengo gran
necesidad de que hagáis lo que os recomiendo y me
interesa muchísimo alcanzar. Nos amenazan grandes
desastres. La santa misa es un gran medio para
aplacar la ira de Dios y alejar de nosotros los
castigos. Pongamos, pues, en práctica el consejo
del Concilio de Trento: cada vez que asistimos a
la santa misa procuremos ponernos en condición de
comulgar, para que de este modo participar más y
mejor en este augusto sacrificio.
Empéñese cada uno con ahínco en cumplir los
deberes de su estado, empezando por los que tienen
alguna incumbencia en la casa. Hay jefes de
dormitorio, de estudio, de taller, de mesa; pues
bien, cada uno de éstos dedíquese, con todos los
medios
(**Es6.807**))
<Anterior: 6. 806><Siguiente: 6. 808>