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en su compañía. Aquí volvemos al punto de partida,
es decir que la mano de Dios desbarató los planes
de los hombres.
Causará estupor que en 1861, haya comenzado la
era de la paz; y sin embargo es así, los hombres
son míseros instrumentos del poder de Dios. Hagan
a su talante lo que quieran, pero se ha perdido la
brújula y ésta no aparece... Todavía habrá
guerra... habrá todavía desórdenes de otra clase,
pero nadie podrá detener la mano de Dios, que
actúa entre nosotros; por eso llegará el tiempo y
no tardará mucho, en que todo buen católico podrá
vivir en paz profesando su religión. Pero al mismo
tiempo debo deciros que los acontecimientos de
1861 no son más que el índice de los que sucederán
en 1862.
Los acontecimientos de 1862
Aun cuando ha comenzado la era de la paz, sin
embargo, el estado de cosas del año 1861 no es
sino, como acabo de decir, el índice de lo que
ocurrirá en el 1862. Por lo tanto las guerras, que
empezaron el año pasado, tomarán este año mayores
proporciones, pero, transcurridos tres cuartos del
año, cesarán las hostilidades y los hombres, que
antes caminaban como atolondrados, comenzarán a
conocer a sus caudillos y volverán hacia atrás
((**It6.1068**)) por el
mismo camino que anduvieron ciegamente mucho
tiempo sin resultado. Pero, ay de aquéllos, que
fueren sorprendidos mientras se dé este paso
atrás.
Una enfermedad terrible afligirá a muchos este
año; pero será de provecho para muchas almas. Este
azote se podría aligerar no poco, si los hombres
santificasen mejor las fiestas.
Vendrán la sed, el hambre, las úlceras para
castigar las blasfemias que cada día se lanzan
contra el nombre de Dios y contra la religión íAy
de los blasfemos! Se arrepentirán incluso los que
los compadecen.
Hasta cierta época del año se temerá mucho por
las cosechas, que efectivamente sufrirán muchos
daños, pero después de la dos terceras partes del
año, ya no habrá peligro de carestía.
Os voy a decir ahora una cosa muy importante,
poned atención y haced lo posible por comprender.
Hay un gusano terrible que va dando vueltas
carcomiendo la vida de los hombres. Muchos
estudiaron cómo acometerlo y matarlo, pero
inútilmente; nadie puede cortarle el paso. El año
pasado taladró el cerebro a muchos, que por eso se
volvieron medio locos; fue después hasta la médula
espinal de un gran hombre y la fue royendo hasta
llegar al cerebro, y ésta fue la causa de su
muerte.
Ahora ha penetrado ya en la médula dorsal de
quien es considerado neciamente por algunos como
el director del mundo. Ya está roída la mitad;
veréis los efectos este año.
Quisiera deciros muchas cosas más, pero la
prudencia me dice que basta; por eso me limito a
añadir algunas profecías antiguas que guardan
relación con nuestros tiempos.
Y el almanaque presentaba una predicción
manuscrita por un pobre aldeanito de Flandes hecha
en 1792.
Terminaba con esta nota: Distribución de las
Cuarenta Horas en las iglesias de la ciudad de
Turín.
(**Es6.805**))
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