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((**Es6.799**) >>Para confirmar esto, contó la visión que tuvo santa Teresa, que había pedido con muchas y largas plegarias a Dios que la llenara de su amor. Vio ella un saco, que contenía, mitad por mitad tierra y oro. Corrió en seguida la Santa para ver si podía sacar el oro, pero no encontraba la manera, si no era abriendo la boca del saco y quitando la tierra. >>Se puso, pues, a quitar la tierra y a medida que ésta se marchaba iba a ocupar su lugar el oro. Comprendió entonces que, si quería tener su ((**It6.1060**)) corazón lleno del amor de Dios, debía desterrar de él todo pensamiento y afecto terreno. >>Así concluyó, deben hacer todos los cristianos y especialmente los que, digámoslo, nosotros, que somos llamados a un estado tan sublime>>. Sus dulces invitaciones hacían que, con nuevos aspirantes, aumentara el número de sus ayudantes. Lentos son los progresos de la Pía Sociedad, porque la prudencia de don Bosco no tiene prisa. Leemos en las actas del Capítulo: El 23 de noviembre de 1861, el Capítulo de la Sociedad de San Francisco de Sales, después de haberse reunido, y hecha la acostumbrada invocación al Espíritu Santo, procedió a la admisión del joven Manuel Diatto, hijo de Miguel, natural de Sanfré, el cual, obtenida la mayoría de votos, fue recibido entre los otros hermanos. Entre los alumnos nuevos la eficaz palabra de don Bosco preparaba un feliz éxito para el curso escolar. El 28 de noviembre, dice Ruffino, contó un sueño o apólogo, comenzando de la siguiente manera: -Los sueños se tienen durmiendo; por tanto, yo estaba dormido. Mi imaginación me llevó a la iglesia donde estaban reunidos todos los jóvenes. Comenzó la misa y he aquí que vi a muchos criados vestidos de rojo y con cuernos, esto es, a numerosos diablillos que daban vueltas entre los jóvenes como ofreciéndoles sus servicios. A unos les presentaban la peonza; delante de otros la hacían bailar; a éste le ofrecían un libro, a aquél castañas asadas. A quién, un plato de ensalada o un baúl abierto en el que había guardado un trozo de mortadela; a algunos les sugerían el recuerdo del pueblo natal, a otros les susurraban al oído las incidencias del último partido de juego, etc., etc. Algunos eran invitados con los hechos a tocar el piano, ((**It6.1061**)) los cuales accedían a la invitación; a otros les llebavan el compás de la música; en suma, cada joven tenía su propio sirviente que le invitaba a realizar actos ajenos a la iglesia. Algunos diablillos estaban (**Es6.799**))
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