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Saludamos a la ciudad con un concierto musical.
Y a las seis, el tren procedente de Génova
arrastraba tras sí nuestros dos coches. En cada
estación tocaba nuestra banda una de sus marchas.
Al llegar a Villafranca de Asti, lugar de
nuestra última parada, bajamos del tren. Eran las
ocho y estábamos ateridos de frío. Nos esperaba en
su casa el párroco. La banda saludó al pueblo.
Después de cenar, no obstante el cansancio
universal, se dio una representación teatral y se
cantaron unas canciones, al cabo de lo cual,
rezamos las oraciones y dormimos en un amplio
establo.
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Brillaba el sol del sábado 19 de octubre,
indicándonos que aquél era el último día de
vacaciones. Nos levantamos hacia las siete y
fuimos derechamente a la iglesia para la misa
cantada solemnemente por nuestros músicos, y
después se impartió la bendición eucarística. A
las nueve y media hizo la banda un pasacalle por
el pueblo, pasando por entre un inmenso gentío;
subimos a los coches y, cuando llegó el tren de
Alessandria, salimos hacia Turín. Nos esperaban en
la estación don Angel Savio y otros amigos. Al
primer eco lejano de nuestro bombo y del
redoblante, las dos campanas de nuestra iglesia
repicaban a fiesta y todos los alumnos se apiñaban
en la puerta principal del Oratorio abierta de par
en par. A mediodía, entramos con don Bosco y,
entre aclamaciones, vivas y saludos a nuestro buen
padre, fuimos al refectorio para comer.
Don Bosco había visitado pueblos de cuatro
diócesis: Turín, Asti, Casale y Alessandria; en
todas partes había encontrado jovencitos, que
daban buenas esperanzas de vocación eclesiástica,
y los había aceptado en el Oratorio. También había
recomendado calurosamente en todas partes la
suscripción a las Lecturas Católicas. Y entregaba
en seguida a Paravía las pruebas de imprenta y los
manuscritos, que había corregido durante la
excursión. Estaba ya listo para noviembre el
opúsculo: El paraíso en la tierra dentro del
celibato cristiano, por José Frassinetti, prior de
Santa Sabina en Génova.
Para diciembre: Noticias sobre la Beata
Panasia, pastorcilla Valesiana natural de Quarona,
recogidas y escritas por Silvio Péllico. Trata de
una doncella asesinada a los quince años por su
enfurecida madrastra. Concluye dando advertencias
a las jóvenes sobre lo que deben practicar cada
día, cada semana, cada mes y cada año para ganar
méritos para el paraíso. Al fin se leen algunas
poesías del mismo Péllico en alabanza de la Beata.
Para introducción del opúsculo don Bosco
redactó la biografía del autor.
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