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El Arcipreste había invitado para aquel día a
los alumnos de don Bosco, y se prepararon las
mesas en la casa parroquial. Aquel sacerdote se
mostraba verdaderamente feliz, y nuestros plácemes
y acción de gracias con poesías, canciones y
piezas de música no tenían fin.
A las seis diose comienzo a la comedia en la
iglesia, la cual estaba en reparación. Los
espectadores fueron muchísimos, pero no más
quietos que la vez anterior. Se ejecutaron varios
cantos, y se llevó la palma una pantomima muy
graciosa titulada El Avaro, que hizo reír hasta
reventar al respetable público.
-Son ingeniosos los muchachos de don Bosco, iba
diciendo luego la gente; en vista de que no podían
hacerse comprender con las palabras, lo hicieron
con la mímica.
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Terminado el espectáculo, la banda de música salió
del teatro y fue a tocar en la plaza, arrastrando
detrás a toda la muchedumbre. La luna clarísima
iluminaba aquellos llanos y colinas, y los
frenéticos aplausos de la gente saludaron un gran
globo aerostático con dibujos de varios colores,
al verlo elevarse majestuosamente por los aires.
Volvimos a nuestro cuartel general y vino don
Bosco a augurarnos un feliz descanso, después de
darnos algunos avisos para el día siguiente y
consejos para el provecho de nuestra alma.
Era la última noche que íbamos a dormir en
Mirabello.
El 17 de octubre, jueves, nuestros cantores
quisieron ofrecer una última prueba de su
habilidad cantando unas alabadísimas letanías y un
magnífico Tantum ergo en la bendición eucarística
que se impartió después de la misa. Se anticipó la
hora de la comida.
Un poeta, en nombre de todos, con acento de
tristeza leyó el adiós a la familia Provera,
dándole las gracias y deseándole toda suerte de
bendiciones de Dios y prometiéndole volver al año
siguiente. Después de dar las gracias y saludar al
Arcipreste y a los demás amigos, a los acordes de
la banda y entre los aplausos y augurios de feliz
viaje de todos los lugareños, salimos en dirección
a Valenza del Po.
A las dos de la tarde entrábamos en la ilustre
villa Borgo de San Salvatore. Estaba la calle tan
atestada de gente que con dificultad podía avanzar
la banda. El arcipreste de San Martín y Vicario
Foráneo, don Camilo Boeri, que había salido al
encuentro de don Bosco, nos llevó a su casa
parroquial, y nos sirvió una ansiada y necesaria
merienda. Celebramos después una magnífica función
religiosa en su iglesia, muy capaz y elegante por
sus formas arquitectónicas y pictóricas. Fuimos
luego a la Virgen del Pozo, casi a una milla de
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