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y eran peligrosas. Entretanto el párroco de Santa
María, ausente a la llegada de don Bosco, por
urgentes asuntos de la parroquia, nada más llegar
recibió a los jóvenes en la casa rectoral y los
obsequió con un excelente refresco. También los
otros dos párrocos los invitaron generosamente.
Mientras tanto, en medio de la muchedumbre, don
Bosco había visto a un jovencito en mangas de
camisa y descalzo que había ido corriendo a toda
prisa para contemplar aquella novedad, que ponía
en movimiento a todo el pueblo, Cuando don Bosco
llegó hasta donde estaba el muchacho, se paró, lo
miró de hito en hito y le preguntó:
-Cómo te llamas?
-Quartero.
-Quieres venir conmigo a Turín?
-íPor esto precisamente, respondió el muchacho
con franqueza, he venido aquí corriendo! íDe muy
buena gana!
-Ven, pues; ya mandaré yo que te pongan
tachuelas a los zapatos.
Todos los presentes soltaron la carcajada al
oír la broma, pues el chico iba descalzo.
Después de ponerse de acuerdo don Bosco con sus
padres, Quartero fue al Oratorio; su óptima
conducta iba acompañada de una gran afición al
estudio; llegó a ser sacerdote, fue Vicario en su
mismo pueblo, ganándose el aprecio de todos, y por
fin desenvolvió su celo al frente de una parroquia
en la diócesis.
((**It6.1032**)) Cuando
don Bosco se dispuso a salir de Lu, el camino
estaba atestado de gente, singularmente de madres,
que iban a porfía para llevar junto a él a sus
hijos, para que los bendijera. Lo mismo sucedía en
casi todos los pueblos adonde íbamos.
Por la tarde estábamos de vuelta en Mirabello.
El 16 de octubre, miércoles, a la hora de
costumbre entrábamos en la capilla que servía de
parroquia, donde, después de una misa rezada,
cantamos solemnemente las letanías, a las que
siguió la bendición eucarística. Después del
desayuno, fuimos de paseo, con la banda de música
a la cabeza, por los caminos de la campiña con
inmenso gusto de los labradores que no esperaban
semejante sorpresa en el lugar mismo de su
trabajo.
Mientras tanto don Bosco trataba con el señor
Provera sobre el asunto del colegio. Aceptaba para
tal fin los terrenos y la casa, que en aquel
momento servían para el alojamiento de sus alumnos
y fijaban las últimas disposiciones referentes al
plan a seguir en la construcción.
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