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((**Es6.776**) -Que sí; si he agarrado eso, ya no tiene remedio la cosa; el párroco no ha dicho nada y usted no tiene que ver en este asunto. -Cómo? Que yo no tengo que ver? Yo? La escena era tragicómica. El sacristán había sorprendido a Enría en el momento en que guardaba un puñal, que había servido para la comedia y por tanto lo tenía en la mano. Parecía que el sacristán con los puños cerrados quería abalanzarse sobre él. Sonaban las voces rabiosamente. El hermano de Andrés Pelazza, que era ya un muchachote, y Avanzini que por casualidad estaban presentes, temblaban. Entonces Enría, dándose cuenta de que la cosa tomaba mal cariz, le dijo con el tono de voz mas suave que pudo; -Ea, amigo, por qué se enfada de este modo? No ve usted que yo estoy de broma y lo hago por ganas de hacer reír? ((**It6.1029**)) -Ganas de reír, verdad? Pero me ha hablado con una altanería que... -íDe ningún modo, de ningún modo! Si hubiese sabido que le iba a disgustar tomando esas cortinas, jamás lo habría hecho. Figúrese usted si yo podría tener la pretensión de no depender de usted. Era mi obligación; más aún, escúcheme: si en algo le ofendí, le pido perdón, quiero que seamos amigos. Es usted el sacristán de Mirabello? He oído hablar de usted a muchas personas... me han dicho que tiene muy buen corazón... que es un hombre de bien a carta cabal... sí, mi querido sacristán... íhagamos las paces! Tendría remordimiento por no estar a bien con un caballero tan cumplido como usted. Estas y otras frases parecidas hicieron un efecto magico. En principio el sacristán quería todavía protestar... dar muestras de haber sido agraviado..., pero perdió el hilo de las palabras; miró después a Enría con aquellos ojos extraviados por el vino y poquito a poco se le arrasaron en lagrimas, se echó a su cuello, lo abrazó y lo besó. -íEa, venga conmigo a mi casa... nos beberemos una botella! Se echó a gritar y, agarrando a los tres por la mano, no quiso escuchar negativas ni cumplidos y tuvieron que ir a su casa. Al día siguiente, cuando don Bosco se enteró de lo sucedido, le envió una propina por medio de Enría; esto acabó por convencerlo totalmente de que los muchachos de don Bosco eran verdaderamente buenos. El 15 de octubre, martes, de acuerdo con el programa para aquel día, nos levantamos a las seis y media, fuimos a oír la santa misa e hicimos el ejercicio de la buena muerte en el convento de los Capuchinos. (**Es6.776**))
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