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-Que sí; si he agarrado eso, ya no tiene
remedio la cosa; el párroco no ha dicho nada y
usted no tiene que ver en este asunto.
-Cómo? Que yo no tengo que ver? Yo?
La escena era tragicómica. El sacristán había
sorprendido a Enría en el momento en que guardaba
un puñal, que había servido para la comedia y por
tanto lo tenía en la mano. Parecía que el
sacristán con los puños cerrados quería
abalanzarse sobre él. Sonaban las voces
rabiosamente. El hermano de Andrés Pelazza, que
era ya un muchachote, y Avanzini que por
casualidad estaban presentes, temblaban.
Entonces Enría, dándose cuenta de que la cosa
tomaba mal cariz, le dijo con el tono de voz mas
suave que pudo;
-Ea, amigo, por qué se enfada de este modo? No
ve usted que yo estoy de broma y lo hago por ganas
de hacer reír?
((**It6.1029**)) -Ganas
de reír, verdad? Pero me ha hablado con una
altanería que...
-íDe ningún modo, de ningún modo! Si hubiese
sabido que le iba a disgustar tomando esas
cortinas, jamás lo habría hecho. Figúrese usted si
yo podría tener la pretensión de no depender de
usted. Era mi obligación; más aún, escúcheme: si
en algo le ofendí, le pido perdón, quiero que
seamos amigos. Es usted el sacristán de Mirabello?
He oído hablar de usted a muchas personas... me
han dicho que tiene muy buen corazón... que es un
hombre de bien a carta cabal... sí, mi querido
sacristán... íhagamos las paces! Tendría
remordimiento por no estar a bien con un caballero
tan cumplido como usted.
Estas y otras frases parecidas hicieron un
efecto magico. En principio el sacristán quería
todavía protestar... dar muestras de haber sido
agraviado..., pero perdió el hilo de las palabras;
miró después a Enría con aquellos ojos extraviados
por el vino y poquito a poco se le arrasaron en
lagrimas, se echó a su cuello, lo abrazó y lo
besó.
-íEa, venga conmigo a mi casa... nos beberemos
una botella! Se echó a gritar y, agarrando a los
tres por la mano, no quiso escuchar negativas ni
cumplidos y tuvieron que ir a su casa.
Al día siguiente, cuando don Bosco se enteró de
lo sucedido, le envió una propina por medio de
Enría; esto acabó por convencerlo totalmente de
que los muchachos de don Bosco eran verdaderamente
buenos.
El 15 de octubre, martes, de acuerdo con el
programa para aquel día, nos levantamos a las seis
y media, fuimos a oír la santa misa e hicimos el
ejercicio de la buena muerte en el convento de los
Capuchinos.
(**Es6.776**))
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