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piezas musicales y siguió después avanzando por la
carretera provincial. En Occimiano encontramos a
muchas personas llegadas de Mirabello, impacientes
por ver a don Bosco y a sus muchachos. En su
compañía y la de muchos de Occimiano, llegamos a
la meta. Nos esperaba toda la población, el
párroco don Félix Coppo, el clero parroquial y el
señor Provera, que había invitado a ((**It6.1026**)) don
Bosco a dar este paseo. Quiso hospedar en su casa
al siervo de Dios y a algunos de sus acompañantes
mayores. Para dormir los muchachos, preparó el
pajar y una cuadra vacía cerca de una casa de su
propiedad, situada en un hermoso paraje y que
tenía algunos cuartos para los clérigos. También
para nosotros tenía preparada una mesa
principesca.
Al día siguiente, que era domingo, se celebraba
la fiesta de la Maternidad de María. Como se
estaba restaurando la iglesia, las funciones
solemnes se celebraban en la plaza muy bien
adornada. Con licencia del Obispo, se había
levantado allí un magnífico altar. El tiempo era
espléndido. Por la mañana, se celebraron las misas
rezadas y se administraron los sacramentos en una
capillita, que servía de parroquia, y alla fueron
los muchachos del Oratorio para sus practicas de
piedad. A las diez se cantó la misa en el altar
colocado en la plaza con extraordinaria
solemnidad, a la que contribuyeron nuestros
jóvenes con piezas de música selecta. Habían
acudido más de veinte mil personas. No se
ahorraron los volteos de campanas y los disparos
de morteretes. Después de las vísperas cantadas
hubo procesión. Eran una prueba evidente de la
devoción de aquellos vecinos las colgaduras que
pendían de las ventanas y las flores que
alfombraban las calles.
Después de la procesión predicó don Bosco.
Estaba la plaza atestada. Reinaba profundo
silencio. Las madres elevaban en alto a sus
pequeños para que pudieran ver mejor a don Bosco.
Y él con voz argentina y penetrante conmovía a
todos hablando de la Virgen y exhortando a los
fieles a ser devotos de la buena madre del cielo
con el rezo del santo rosario. El párroco no podía
contener las lágrimas.
Se impartió solemnemente la bendición
eucarística y, al llegar la noche, brillaban todas
las casas iluminadas; la banda tocaba en la plaza;
y concluyó la fiesta con el lanzamiento ((**It6.1027**)) de
muchos cohetes de variados colores y la ascensión
de algunos globos aerostáticos.
Después de cenar, los muchachos se entregaron a
una serie de juegos muy movidos en el corral de la
alquería donde se hospedaban, y al toque de la
campanilla para el rezo de oraciones, junto con
(**Es6.774**))
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