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((**Es6.774**) piezas musicales y siguió después avanzando por la carretera provincial. En Occimiano encontramos a muchas personas llegadas de Mirabello, impacientes por ver a don Bosco y a sus muchachos. En su compañía y la de muchos de Occimiano, llegamos a la meta. Nos esperaba toda la población, el párroco don Félix Coppo, el clero parroquial y el señor Provera, que había invitado a ((**It6.1026**)) don Bosco a dar este paseo. Quiso hospedar en su casa al siervo de Dios y a algunos de sus acompañantes mayores. Para dormir los muchachos, preparó el pajar y una cuadra vacía cerca de una casa de su propiedad, situada en un hermoso paraje y que tenía algunos cuartos para los clérigos. También para nosotros tenía preparada una mesa principesca. Al día siguiente, que era domingo, se celebraba la fiesta de la Maternidad de María. Como se estaba restaurando la iglesia, las funciones solemnes se celebraban en la plaza muy bien adornada. Con licencia del Obispo, se había levantado allí un magnífico altar. El tiempo era espléndido. Por la mañana, se celebraron las misas rezadas y se administraron los sacramentos en una capillita, que servía de parroquia, y alla fueron los muchachos del Oratorio para sus practicas de piedad. A las diez se cantó la misa en el altar colocado en la plaza con extraordinaria solemnidad, a la que contribuyeron nuestros jóvenes con piezas de música selecta. Habían acudido más de veinte mil personas. No se ahorraron los volteos de campanas y los disparos de morteretes. Después de las vísperas cantadas hubo procesión. Eran una prueba evidente de la devoción de aquellos vecinos las colgaduras que pendían de las ventanas y las flores que alfombraban las calles. Después de la procesión predicó don Bosco. Estaba la plaza atestada. Reinaba profundo silencio. Las madres elevaban en alto a sus pequeños para que pudieran ver mejor a don Bosco. Y él con voz argentina y penetrante conmovía a todos hablando de la Virgen y exhortando a los fieles a ser devotos de la buena madre del cielo con el rezo del santo rosario. El párroco no podía contener las lágrimas. Se impartió solemnemente la bendición eucarística y, al llegar la noche, brillaban todas las casas iluminadas; la banda tocaba en la plaza; y concluyó la fiesta con el lanzamiento ((**It6.1027**)) de muchos cohetes de variados colores y la ascensión de algunos globos aerostáticos. Después de cenar, los muchachos se entregaron a una serie de juegos muy movidos en el corral de la alquería donde se hospedaban, y al toque de la campanilla para el rezo de oraciones, junto con (**Es6.774**))
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