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((**Es6.773**) con los músicos, hablando con ellos, acariciándoles y riendo agradablemente. Obtenido el permiso de don Bosco, pues sin él no era lícito ir a ninguna parte, volví al Seminario para comunicarlo a los compañeros. Pero como empezó a llover, nos vimos obligados, a pesar nuestro, a quedarnos en casa; fuimos luego a cantar en la magnífica iglesia de los paúles, donde el Obispo dio la bendición eucarística. Por la tarde tuvimos una representación teatral en el salón del Seminario con asistencia del Obispo, de numeroso clero y algunos nobles Señores. El entretenimiento gustó muchísimo. Se representó el drama: Los dos sargentos, se recitaron algunas composiciones en honor de Monseñor y se cantó, por primera vez aquí, L'Orfanello (El huerfanito), romanza original del clérigo Juan Cagliero. El 12 de octubre asistimos a la misa celebrada por el señor Obispo, a las ocho, en la iglesia de los paúles, recibimos de sus manos la sagrada comunión, y después del último evangelio, nos predicó un fervorín el mismo Prelado sobre el amor que Jesucristo tiene ((**It6.1025**)) a los niños. Muchos de los nuestros pidieron a don Bosco que los confesara. Nos fue servido el desayuno en el refectorio de los paúles, y el mismo señor Obispo cortaba trozos de queso que repartía a los alumnos. Nos llevó después al jardín, y nos propuso visitar la ciudad, con un guía. No es para dicho el aplauso con que fue aceptada la propuesta. Todos en perfecta formación fuimos a satisfacer la lógica curiosidad. También aquél día quiso el venerable Prelado sentar a su mesa a don Bosco, a algunos de sus clérigos y a los músicos más expertos. Los demás, después de comer en el Seminario, se prepararon para partir. Se encaminaron, primero, al palacio episcopal para agradecer al Obispo sus atenciones; el cual regaló a cada muchacho una medalla de la Virgen, que se venera en el santuario de Crea, y los bendijo. Dio la banda un alegre concierto en honor del Obispo y de los ciudadanos, y se puso en marcha con los muchachos organizados en grupos y con don Bosco, mientras una gran muchedumbre llenaba las calles. Se nos esperaba en Mirabello, que dista siete kilómetros de Casale. Al llegar al arrabal, salió al encuentro de don Bosco el párroco de San Germán, don Juan Schierani, y le rogó que se detuviera un ratito en su casa. Aceptó don Bosco la calurosa invitación y su comitiva, confortada con un refresco, alegró al buen párroco con unas (**Es6.773**))
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