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Pues bien, la necesidad de poner un dique al
creciente aluvión de librejos contrarios a nuestra
santa fe y a las buenas costumbres de nuestros
pueblos fue vivamente sentida por un piadoso,
docto y celoso sacerdote, que fundó con este fin
en Turín, hace seis años, la utilísima suscripción
a esas Lecturas que, por proponerse el
fortalecimiento de los espíritus y los corazones
en la verdadera fe y la sana moral, son
verdaderamente dignas del glorioso título de
Católicas, que llevan.
Los números que mensualmente se han publicado
hasta ahora, no sólo han cumplido el fin que se
proponía la dirección, sino que hasta lo han
rebasado. Admiramos, en efecto, su estilo llano,
su variedad y amenidad de temas, su forma
frecuentemente dialogada, las vidas de santos
alternando con materias instructivas y
apologéticas, los cuentos que sirven
admirablemente para inspirar amor a una virtud y
horror a un vicio. Si, finalmente, tenemos además
en cuenta su módico precio de suscripción anual
por 1,80 liras, habremos de concluir diciendo que,
si nada podía ser más oportuno para los tiempos
que corren y más ventajoso para los fieles,
tampoco podía desearse nada mejor para que las
Lecturas Católicas estuvieran al alcance de todos
y a la fácil adquisición de todo el mundo.
Ya mencioné a V.S. Ilma. esta tan recomendable
asociación el año pasado, con ocasión del envío de
((**It6.89**))
una Pastoral sobre la Fe Católica en el Santísimo
Sacramento de la Eucaristía, y le recomendé que la
promoviera entre sus feligreses. Pero ahora, que
veo que no cejan los esfuerzos de la impiedad,
sino que se hacen cada vez, más osados y abren
camino a libros y diarios pésimos, hasta en las
aldeas, pienso que faltaría a un sagrado deber, si
no volviera a repetir la invitación y recomendar
estas Lecturas a su grey con todo celo; persuadido
de que siempre, pero especialmente en la estación
invernal a la que nos acercamos y en la que las
labores del campo cesan o disminuyen, se podrán
recoger abundantemente de estas Lecturas los
preciosos frutos, que por sí mismas han de
producir en el corazón de los que se dediquen a su
lectura.
Repito muy gustoso esta invitación porque acabo
de ver en el número VII de las Lecturas Católicas
de este año, que el Eminentísimo Cardenal Vicario,
por orden del Sumo Pontífice Reinante, ha enviado
en el próximo pasado mayo una circular en la que
se leen estas palabras: <>.
Por estas palabras que demuestran claramente el
aprecio del Sumo Pontífice por las Lecturas
Católicas y cuánto le interesa su máxima difusión,
creo superfluo añadir nuevas razones para mover a
V.S. Ilma. a recomendar con entusiasmo la
mencionada publicación.
Pero si el especialísimo aprecio que el Santo
Padre tiene por las Lecturas Católicas, basta con
creces para que yo tenga la seguridad de que
éstas, por la cooperación de V.S., serán
difundidas más ampliamente en su parroquia, sin
embargo, no puedo ni debo dejar de invitarla a
vigilar con la mayor solicitud para que no se
introduzcan en su pueblo escritos impíos y
libertinos y, al mismo tiempo, pedir que se hagan
continuas y fervientes oraciones para la
extirpación de las herejías y la propagación de la
fe católica.
((**It6.90**)) Así
pues, con la firme confianza de que, merced a sus
cuidados, encontrarán(**Es6.77**))
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