((**Es6.766**)
costumbre, la consigna para el día siguiente. Así
terminaba aquella hermosa jornada.
((**It6.1015**)) El 7
de octubre, después de celebrar la santa misa y
guardar todos los objetos de la capilla para el
año siguiente, don Bosco nos dio los oportunos
avisos sobre la manera de conducirnos en aquel
viaje y, después de tocar la banda una pieza en la
era como saludo al buen José, hermano de don
Bosco, nos encaminamos hacia Castelnuovo. A
nuestra llegada se produjo un alboroto general en
el pueblo. Viejos y jóvenes, mozas y madres
dejaron el hogar, los obreros sus tiendas y
talleres, los labradores sus faenas en el campo.
Todos se apiñaban para oír las sinfonías de los
músicos, para ver y saludar a don Bosco. Este
avanzaba lentamente, llamaba por su nombre a los
antiguos amigos y les pedia noticias de cada uno y
de sus familias.
En el corral del señor Mateo Bertagna estaba
preparada nuestra comida. A las once de la mañana,
después de un concierto y unas ovaciones, fuimos a
la casa rectoral donde nos obsequiaron con vino y
fruta; les saludamos con música y repetidas
ovaciones, y nos encaminamos hacia Piea. Al pasar
por Mondonio, acudimos al cementerio para rezar y
arrancar algunas hierbas crecidas sobre la tumba
de Domingo Savio. Pero, al salir del fúnebre
recinto, toda una muchedumbre de aldeanos nos
invitó a parar un rato y nos dieron vino en
abundancia, para calmar nuestra sed.
Nos despedimos con las más cordiales gracias y,
en menos de una hora, llegábamos a las faldas de
Passerano, donde nos resultó sumamente agradable
el agua de una fresquisima fuente, que nos ayudó a
seguir el viaje, no obstante la fuerza del sol
abrasador, hasta los pies del deleitable otero de
Piea. Estuvimos aguardando a los rezagados,
organizamos filas y subimos al Castillo, donde con
grandisima alegría encontramos a don Bosco, que se
nos había adelantado. Después de una buena
merienda, visitamos el magnifico edificio, bajamos
al valle con don Bosco y alegres nos dirigimos
hacia Villa San Secondo, que era nuestra meta
((**It6.1016**)) para
aquel día. Quien hubiese ido entonces a las
aldehuelas vecinas, a las casuchas de los pobres,
a las alquerías de los agricultores y a las casas
de los propietarios, no habría encontrado más que
soledad por doquier, porque la música atraía a
todos los habitantes a nuestro paso.
Entramos triunfalmente en el pueblo y don Bosco
nos presentó al párroco, el teólogo Barbero. La
cena estaba a punto y a las nueve de la noche,
después de rezar las oraciones y escuchar los
consejos y avisos de nuestro buen superior, fuimos
a dormir a diversas habitaciones, de antemano
preparadas para nosotros.
(**Es6.766**))
<Anterior: 6. 765><Siguiente: 6. 767>