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nuestra comida. Fuimos después de paseo por los
prados frente a Buttigliera y, a la hora de
ponerse el sol, vimos aparecer por aquella parte a
nuestros cómicos. Al poco rato sonó la campana que
nos llamaba a la novena del Rosario para oír el
sermón, y después de cenar entonamos en la era
diversas canciones, hasta que se nos llamó al rezo
de oraciones y al dormitorio.
El 5 de octubre nos levantamos a las siete, y
solitos y silenciosos, esparcidos acá y allá,
fuimos a respirar el aire puro de los bosques
cercanos; pero, después de oír la santa misa,
comenzó la alegría ruidosa, el bromear, el reír,
el saltar, correr y jugar e ((**It6.1014**)) ir a
las alquerías de los alrededores para comprar
nueces, leche, uvas, etc. Después de la comida,
divididos en grupos, unos se encaminaron hacia
Montafía, otros a Morialdo para salir al encuentro
de don Bosco que volvía de Castelnuovo adonde
había ido para invitar al teólogo Cinzano a la
fiesta; algunos se quedaron sentados a la sombra
de los árboles cerca de la casa. Los demás se
encaminaron hacia Buttigliera, adonde tenían que
llegar los cantores con la banda de música. En
efecto, no tardaron éstos en aparecer y ser
recibidos con aplausos, saludos, cumplimientos y
bromas de los que los aguardaban. La campana
invitó entonces a todos a la iglesia donde,
después de cantar las letanías del maestro Madonno
y el Tantum ergo del maestro Bianchi, se impartió
solemnemente la bendición con Su Divina Majestad.
Después de cenar, se rezaron las oraciones, dio
don Bosco algunos avisos, y fuimos a descansar,
rendidos la mayor parte de nosotros de tanto
caminar.
El 6 de octubre, domingo, fue un día espléndido
de sol. A las ocho hubo misa con muchas
comuniones. A las nueve, a toque de tambor, fuimos
todos a la misa solemne con música. Por la tarde,
después del banquete de amigos que se nos dio,
redobló de nuevo el tambor para las funciones
vespertinas, a las que asistió muchísima gente,
llegada de todos los pueblos a la redonda. Después
hubo lanzamiento de globos aerostáticos y teatro.
El escenario estaba rodeado de adornos y lámparas
campestres. La señora Damevino iluminó las
ventanas de su alquería y allí se encendieron los
fuegos artificiales, se lanzaron los cohetes y
tocó la banda una serenata. Cuando se dispersó la
muchedumbre de espectadores, cenaron los
muchachos; a continuación, durante una hora, poco
más o menos, se cantó, se saltó y se representó
una alegre pantomima, hasta que llegó don Bosco
que había andado un trecho de camino en compañía
del teólogo Cinzano que volvió a Castelnuovo. Se
cantó entonces una canción y se rezaron las
oraciones, y dio don Bosco, como de
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