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((**Es6.762**) maestro Félix Frasi. Asistirán a las mismas su Excelencia el Arzobispo de la Diócesis y el Obispo consagrante. Pronunciará el discurso inaugural el docto y caritativo don Juan Bosco, benemérito de la Sociedad y de la Religión>>. Don Bosco, pues invitado por don Juan Momo, preparado y dictado a don Rúa el discurso que iba a pronunciar, salió para Vercelli el día 14 de aquel mes. Pero como ya vimos y veremos, era inevitable que en todos sus viajes tuviese que dar muestras de la mansedumbre de su alma. En el coche, donde se encontraba, ((**It6.1010**)) había también dos sacerdotes que departían entre sí, mientras don Bosco escribía la vida de un Papa. Los sacerdotes hablaban del Seminario, de la instrucción eclesiástica y la conversación vino después a parar al Oratorio de Turín. Decían que los clérigos del Oratorio no podían estudiar teología por estar siempre ocupados en asistir a los muchachos y que no podían salir de allí más que sacerdotes de escaso valer. Dirigiendo después la palabra a don Bosco, al que no conocían, le preguntaron: -No es verdad que es así? Respondió don Bosco que él era del parecer contrario, y añadió: -Conocen ustedes a don Bosco y han ido alguna vez a ver su casa? Sus clérigos estudian y, si quieren averiguarlo, vayan a preguntar por sus calificaciones al Seminario. En aquel momento paró el tren en Vercelli. Había en la estación gente que esperaba al Arzobispo y otros que aguardaban a don Bosco. Tan pronto como éste se asomó a la ventanilla, oyó que le llamaban por su nombre: -íDon Bosco, don Bosco! Aquellos sacerdotes se quedaron mortificados y confundidos, lo saludaron con una reverencia y siguieron su viaje. Don Bosco los disculpó diciendo que no estaban bien informados. Más tarde fueron al Oratorio a presentar sus excusas y recomendar muchachos. El día 15 de septiembre, don Bosco predicó en Vercelli las glorias de María, de las que era testimonio aquella Basílica, y tanto gustó al inmenso auditorio y a los dos Prelados, que el Arzobispo d'Angennes le mandó predicar los dos días siguientes, imponiéndole que no se preocupara de los temas, pues ellos mismos, los Obispos, se los sugerirían en el momento oportuno. Así lo hicieron, en efecto, y esperaron casi hasta la hora de subir al púlpito. El obispo de Saluzzo, le dio el tema para el primer sermón; y el Arzobispo el segundo sobre el respeto a la iglesia como lugar sagrado. (**Es6.762**))
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