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En efecto, el canónigo comenzó en seguida a
declarar que le eran necesarios aquellos dos
clérigos para la buena marcha del Seminario Menor.
Don Bosco, siempre cortés, no le llevó la
contraria, pero le demostró que podrían ser
sustituidos por otros clérigos, si el caso lo
pedía. Pasaron después a otras consideraciones
fáciles de suponer por la carta que aquí
trasladamos.
Benemérito señor Rector:
Le envío nota de algunos clérigos formados en
esta casa; puede usted elegir entre ellos los que
mejor le parezca para enviarlos a Giaveno. No
puedo menos de someter a su consideración una
humilde observación ((**It6.989**)) acerca
de la razón que me presentó ayer, por la que no
quiere que se diga que el Oratorio y el Seminario
de Giaveno son una sola cosa, a saber, que se
llame jesuitas a las personas y jesuitismo a la
enseñanza. No se deje cegar los ojos por esa
fruslería, pues tanto los buenos como los malos
están convencidos de que estas palabras suenan a
garantía de moralidad. Considere, en efecto, lo
que era el año pasado el Seminario de Giaveno y lo
que es ahora. Todos los que hemos enviado de aquí
se han resignado a ir allí sólo cuando se les dijo
que el Oratorio y Giaveno eran una sola cosa.
Podría usted preguntar cómo y cuántos son los
jóvenes enviados por el Oratorio o por las
personas de nuestra confianza, y cuáles han sido
enviados por otros; y esto le convencerá de que
las palabras dichas no son para asustar al mundo.
Otra palabra fue que los seminaristas de otras
diócesis, como norma general, se devolviesen
preferiblemente a sus Obispos. Esto va contra lo
que hacen o procuran hacer los otros Obispos, que
cuando tienen un buen sujeto, hacen lo posible por
conservarlo. Tengo de ello pruebas reales y
tangibles: Francesia es de Ivrea, Cerruti de
Vercelli, Durando de Mondoví, Provera de Casale, y
éstos son excelentes profesores, que yo no tendría
y quizá no harían el bien que hacen de haber sido
devueltos a sus diócesis.
Dirá usted que doy lecciones a quien no las ha
de menester.
No pretendo tanto. Quiero sólo decir lo que me
parece es para mayor gloria de Dios. Tampoco hay
que pensar que ambicione meterme en los asuntos de
Giaveno;bastante quehacer tengo aquí en Turín en
todo sentido; es mi ardiente deseo que usted se
ocupe y siga manteniendo la marcha tan bien
emprendida en Giaveno.
Por lo demás ya sabe que llevo veinte años
trabajando y sigo todavía y espero continuar
haciéndolo toda mi vida por nuestra Diócesis; y
siempre he reconocido la voz de Dios en la del
Superior eclesiástico.
Perdone esta charla y acepte mis mejores deseos
de toda suerte de bienes del cielo, profesándome.
De V.S.
Turín, 3 de septiembre 1861.
Seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.
((**It6.990**)) En el
ínterin había estado don Bosco en los ejercicios
espirituales, en la alpestre y solitaria cumbre
del Santuario de san Ignacio. Había llevado
consigo al caballero Oreglia, que en carta fechada
el 18 de julio escribía así a don Víctor
Alasonatti:
(**Es6.747**))
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