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escribiéndole cartas afectuosas, que su buena
madre conservaba todavía en 1891. Estaba entre
ellas la siguiente del caballero Oreglia:
Mi querido amigo:
Aunque acostumbro pensar bien de todos, sin
embargo, debo dudar mucho de ti por tu prolongado
silencio; la verdad es que, si estuvieras bueno,
creería imposible que no hubieras escrito todavía
ninguna carta a mí ni a ninguno de la casa. Temo,
pues, mucho que tu salud esté más que medianamente
comprometida; por lo cual, cualquiera que sea tu
respuesta, lo mismo yo que tus compañeros,
desearíamos que se nos disipara esta duda. También
tú desearás saber cómo van por aquí nuestras
cosas. Por lo poco que puedo, intentaré decirte
algo. Por lo que se refiere ((**It6.982**)) a la
vida de cada día, así de los estudiantes como de
los aprendices, no hay novedad alguna, salvo
pequeñas variaciones en el horario, en virtud de
las cuales, las horas calurosas de después de la
comida quedan repartidas de manera que puedan
descansar, para así poder dedicarse al estudio y
divertirse en las horas de la tarde.
Pero más podrá interesarte cómo han
transcurrido las fiestas de San Juan, el 24, y de
San Luis, el 30 de junio. Comenzando por la
primera te diré que los muchachos regalaron a don
Bosco un reloj para la torre de la iglesia, por lo
cual, cuando vuelvas, oirás dar las horas y así no
tendrás que ir en busca de alguien que te la diga.
Y como el gasto es considerable, los alumnos no
han podido todavía cubrirlo completamente; pero,
por fortuna, el vendedor nos dio un año de plazo
para pagarlo. Te digo esto para que si, por acaso,
tienes la suerte de encontrarte con algún
admirador de las virtudes de don Bosco y sostienes
con él relaciones de amistad y confianza, puedas
invitarle para que ayude a los pobres muchachos a
hacer el último esfuerzo. Dicho sea esto entre
nosotros para reír un poco.
Por la mañana hubo Comunión general; después
dispuso don Bosco que se sirviera café con leche a
todos los de la casa y de los otros oratorios y a
todos los externos que acudieron a las funciones;
figúrate que fueron menester más de cien litros de
leche, sin contar la fruta, el salchichón y el pan
para los externos. Hubo después una solemne misa
cantada por don Bosco, a la que siguió una
espléndida comida (more pauperum) al estilo de los
pobres, con música, poesías y brindis; más tarde,
se celebraron diversas piñatas y otros juegos
hasta la hora de las funciones de la tarde, en las
que ofició de nuevo don Bosco a toda orquesta, lo
mismo por la mañana que por la tarde. Después de
la exposición y bendición con su Divina Majestad,
hubo confetti, fruta para merendar, fuegos
artificiales, globos, cohetes, un derroche de
poemas leídos por los alumnos, regalos variados
presentados por los muchachos, particularmente los
externos, y por los señores de la ciudad; en fin,
querido Severino, sólo faltabas tú; de haber
estado, hubiera sido completa la fiesta. Después
de todo esto, a las once de la noche nos fuimos a
la cama la mar de satisfechos y bien cansados,
sobre todo don Bosco, que ya no podía más.
Salto de un vuelo a San Luis, porque de otro
modo me faltaría el tiempo y también el papel.
Contribuyeron a la pomposa celebración de esta
fiesta el Vicario General de Turín, que vino a
celebrar la misa de comunión general y repartió
más de setecientas comuniones; el Vicario ((**It6.983**))
Capitular de Asti, que celebró la misa solemne,
dio la bendición e hizo el panegírico de san Luis;
el conde de Collegno, que fue el Prioste de la
fiesta, costeó el desayuno de la mañana, que se
dio a todos los asistentes a la misa, y no
bastaron mil raciones; hubo después, como para san
Juan, una comida más abundante, con música, etc.;
por la tarde, una lotería en la que todos
(**Es6.742**))
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