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Tomé buena nota, que guardé para mí, y tuve una
prueba de que era verdad lo que contaba don
Bosco>>.
Las grandes virtudes estaban ocultas en el
Oratorio. En un ambiente de ideas espirituales,
donde eran algo continuo los hechos sorprendentes,
los sueños marcados con el sello de lo
sobrenatural, las predicciones, la revelación de
conciencias y los anuncios de muertes futuras,
todo lo cual parecía que había de exaltar la
fantasía, no ((**It6.972**)) hubo
entre los millares de jóvenes educados en el
Oratorio, ni visionarios, ni maniaticos por la
religión, ni beatos, ni pusilanimes, ni
supersticiosos. Desarrollabase, pues, un orden de
cosas que se fundaba en la verdadera devoción y
evidentemente era querido por Dios. Confirma esta
aserción don Pablo Albera y con él muchísimos
otros.
<>1.
Don Bosco, pues, habló así:
Era la noche del 14 al 15 de junio. Después que
me hube acostado, apenas había comenzado a
dormirme, sentí un gran golpe en la cabecera, algo
así como si alguien diese en ella con un bastón.
Me incorporé rápidamente y me acordé en seguida
del rayo; miré hacia una y otra parte y nada vi.
Por eso, persuadido de que había sido una ilusión
y de que nada había de real en todo aquello, volví
a acostarme.
Pero apenas había comenzado a conciliar el
sueño cuando, he aquí que el ruido de un segundo
golpe, hirió mis oídos despertándome de nuevo. Me
incorporé otra vez, bajé del lecho, busqué,
observé debajo de la cama y de la mesa de trabajo,
escudriñé los rincones de la habitación; pero nada
vi.
Entonces, me puse en las manos del Señor; tomé
agua bendita y me volví a acostar. Fue entonces
cuando mi imaginación, yendo de una parte a otra,
vio lo que ahora os voy a contar.
Me pareció encontrarme en el púlpito de nuestra
iglesia dispuesto a comenzar una plática. Los
jóvenes estaban todos sentados en sus sitios con
la mirada fija en mí, esperando con toda atención
que yo les hablase. Mas yo no sabía de qué tema
hablar y cómo comenzar el sermón. ((**It6.973**)) Por más
esfuerzos de memoria que hacía, ésta permanecía en
un estado de completa pasividad. Así estuve por
espacio de un poco de tiempo, confundido y
angustiado, no habiéndome ocurrido cosa semejante
1 Jeremías, XXXVI, 18.
(**Es6.735**))
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