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su nombre), que recibió esta grave advertencia.
Hacía tres o cuatro años que por vergüenza había
dejado de confesar su culpa.
Pero junto a algunas almas necesitadas de
auxilio, había en el Oratorio otras muy hermosas.
La noche del 10 de junio, que era lunes, después
del rezo de las oraciones, cuando los muchachos ya
se habían ido a dormir, encontróse don Bosco en el
pórtico con algunos clérigos. Estaban entre ellos
Ruffino y Bonetti, los cuales enriquecieron sus
crónicas con lo que dijo en aquella ocasión, que
ellos anotaron y nosotros traemos aquí.
Comenzó diciendo:
-íCuántos hechos graciosos tendría que
contaros!
-Cuente, cuente, diga, diga, -exclamaron todos.
-Actualmente tenemos aquí en nuestra casa
muchachos favorecidos por Dios con dones
especiales los cuales nos demuestran que el Señor
está con nosotros. Uno de éstos, que es tenido por
uno de los mejores, aunque ((**It6.968**)) hay
otros que en apariencia ostentan más virtud, vio
al tiempo de la Comunión un globo, que llenaba
toda la iglesia. Poco a poco se hizo tan pequeño
como una avellana y fue a posarse sobre el copón,
quedando suspendido en el aire; después se agrandó
un poco; por fin, achicándose como antes,
desapareció. Pregunté a este joven si entendía la
significación de la aparición y me contestó
negativamente, añadiendo:
-Y usted qué piensa de ello?
Yo le conteste:
-Yo no sabría decirlo.
Como estáis viendo, no hice caso de su
confidencia, pero se le podría dar esta
interpretación. Aquel globo fue visto el día dos
del mes y el día seis murió Cavour, y éste con su
poder y su nombre llenó el mundo; cuando su
estrella iba ya declinando, quiso enaltecerse
hasta por encima del Santísimo Sacramento y se
hinchó, pero se desinfló y desapareció. Podríase
también dar otra explicación, a saber, que el
globo representa una rebelión contra la Iglesia;
pero cuando parece que la Iglesia va a quedar
deshecha, la revolución queda reducida a la nada y
desaparece de la vista del que la mira preocupado;
vista de lejos, parece grande, pero se va
deshaciendo hasta desvanecerse por completo.
Preguntaron los clérigos quién era el muchacho
que había visto el globo, pero don Bosco no lo dio
a conocer. Sino que siguió diciendo:
-Otro joven contempló, al alzar la Hostia, al
divino Salvador crucificado. Al principio era
bellísimo, majestuoso, lleno de vigor; pero
después fue desmedrando y dando señales de estar
agobiado por extremados sufrimientos, hasta
enflaquecer y causar lástima. Parecióle entonces
ver que todos los muchachos iban al encuentro de
Jesucristo, le rodeaban con gran afecto, le
ofrecían alimento y refrigerio y le preguntaban
ansiosamente cuál era la causa de sus sufrimientos
y de su extenuación.
Jesús contestó:
-íQueridos hijos míos! íEsta es la voluntad de
mi eterno Padre!
Así terminó la visión. Lo que me causó gran
satisfacción fue que el muchacho me la escribió
llanamente y sin dar importancia a la cosa en una
hoja de papel, que guardo arriba en mi cuarto. Le
pregunté si sabía el significado de lo que había
visto,
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