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-El jueves haremos el ejercicio de la buena
muerte. Deseo que lo hagáis bien, pues hay uno que
no podrá volver a repetirlo.
>>El día 6 de junio, jueves, octava del Corpus
Christi y aniversario del milagro del Santísimo
Sacramento, acaecido en Turín en 1453, y a la
misma hora de aquel gran portento, el conde de
Cavour pasaba a la eternidad. íQué coincidencia!
Había subido al más alto grado de la escala social
y de pronto la mano del Todopoderoso lo
precipitaba en la tumba. Apenas si habían
transcurrido seis meses desde el día en que
preguntó a la Cámara de Diputatos: -Sabéis qué
sucederá en Europa dentro de seis meses? -El
pensamiento de Cavour era que en el término de
seis meses se apoderaría de Roma. Y antes de
cumplirse el plazo, había desaparecido de la
escena ((**It6.964**)) de este
mundo, y sin reparar de ningún modo las ofensas
causadas a la religión.
>>Aquel día, con ocasión del ejercicio de la
buena muerte, hubo comunión general en el
Oratorio. Por la noche comunicaba don Bosco a la
comunidad la muerte de Cavour. Y comentó: -Es
digno de lástima el noble Conde, pues no encontró
en sus últimos momentos un verdadero amigo de su
alma. Pero nos consuela la esperanza de que, por
la intercesión de san Francisco de Sales, de quien
descendía por parte de su madre, y era por tanto
su pariente, Dios le haya tocado el corazón a
tiempo y concedido el perdón>>.
Recordaban los muchachos la predicción hecha
por don Bosco a fines del año anterior, 1860, y
fue, y es todavía hoy día 1 persuasión de todos
los que lo oyeron, que él había previsto aquella
muerte.
El día 7 por la tarde, fue enterrado con
grandioso acompañamiento; pero obscurecióse el
cielo, y llovió torrencialmente, de suerte que,
contra toda previsión, fue perturbado el cortejo
fúnebre. La cámara, el senado, la magistratura, el
ejército y el ayuntamiento, que habían rehusado
acompañar a Jesucristo en el Santísimo Sacramento,
tuvieron que ir procesionalmente detrás de un
féretro, con aquel tiempo endiablado.
Aquella misma noche se refirió don Bosco a la
preciosidad del alma y dijo a la comunidad:
-Hay algunos que, a pesar de todos los
esfuerzos hechos para ponerlos en el buen camino,
no quieren convertirse. Esperaré todavía un poco,
y después me veré obligado a descubrirlos aquí en
público.
Esto equivalía a ser expulsados de la casa, si
eran peligrosos para
1 Escribe Lemoyne en 1907. (N. del T.)
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