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cascotes. Con gran inquietud se empezó el
desescombro. íGracia singular de María! El obrero
fue extraído sin ninguna herida grave. Las pocas
contusiones sufridas curaron en breve y su salud
no sufrió quebranto alguno.
También don Bosco, al oír lo acaecido, acudió
inmediatamente,-nos refirió Anfossi-, pero al
encontrarse con Buzzetti, que ya iba a comunicarle
que no había sucedido desgracia alguna, sonriendo,
como de costumbre, dijo:
-Una vez más quiso el demonio hacer una de las
suyas, pero... íadelante, no hay que temer!
Algunas noches después de este incidente tuvo
don Bosco un sueño, que le recordó otro habido en
1856, cuando se derrumbó parte del edificio en
construcción.
Le pareció encontrarse en su habitación
preocupado por aquella catástrofe, cuando vio
entrar al canónigo Gastaldi, que le dijo:
-No se aflija porque se le haya caído la casa.
Don Bosco lo miró fijamente, extrañado de
aquellas palabras, y el canónigo, después de
mirarle a él, continuó:
-No se aflija porque se le haya caído la casa;
surgirán dos: una para los sanos y otra para los
enfermos.
El siervo de Dios recordó siempre este sueño y
esta promesa, persuadido de que con el tiempo se
levantaría cerca del Oratorio una Casa-hospital,
grande o pequeña, no importa, provista de todo lo
necesario para atender a los salesianos y a los
alumnos enfermos.
En los años anteriores y en los siguientes se
lamentaba don Bosco de verse obligado por la
necesidad o por graves inconvenientes a mandar
parte de sus enfermos a los hospitales públicos.
Vigilaban los administradores, los directores, los
médicos, las monjas y el capellán; pero
desgraciadamente era motivo de escándalo la
inmoralidad y la irreligiosidad de ciertos
enfermos.
Baste un botón de muestra. Murió en 1886 el
jovencito Enría en el hospital de San Juan. Los
enfermos, que estaban en las camas ((**It6.948**)) junto a
la suya, con pullas y conversaciones obscenas
habían comenzado a tentarlo, mas él, que temía al
Señor, no les hizo caso y se limitó a responder:
-íNada sé de lo que decís!
Estalló una carcajada de aquellos malvados.
Cuando pidió los Sacramentos volvieron a la carga
con nuevas mofas, pero él:
-Yo no os molesto a vosotros y vosotros no
debéis molestarme a mí; piense cada cual en sí
mismo.
Recibidos los auxilios de la religión con mucha
piedad, comenzó
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