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((**Es6.715**) cascotes. Con gran inquietud se empezó el desescombro. íGracia singular de María! El obrero fue extraído sin ninguna herida grave. Las pocas contusiones sufridas curaron en breve y su salud no sufrió quebranto alguno. También don Bosco, al oír lo acaecido, acudió inmediatamente,-nos refirió Anfossi-, pero al encontrarse con Buzzetti, que ya iba a comunicarle que no había sucedido desgracia alguna, sonriendo, como de costumbre, dijo: -Una vez más quiso el demonio hacer una de las suyas, pero... íadelante, no hay que temer! Algunas noches después de este incidente tuvo don Bosco un sueño, que le recordó otro habido en 1856, cuando se derrumbó parte del edificio en construcción. Le pareció encontrarse en su habitación preocupado por aquella catástrofe, cuando vio entrar al canónigo Gastaldi, que le dijo: -No se aflija porque se le haya caído la casa. Don Bosco lo miró fijamente, extrañado de aquellas palabras, y el canónigo, después de mirarle a él, continuó: -No se aflija porque se le haya caído la casa; surgirán dos: una para los sanos y otra para los enfermos. El siervo de Dios recordó siempre este sueño y esta promesa, persuadido de que con el tiempo se levantaría cerca del Oratorio una Casa-hospital, grande o pequeña, no importa, provista de todo lo necesario para atender a los salesianos y a los alumnos enfermos. En los años anteriores y en los siguientes se lamentaba don Bosco de verse obligado por la necesidad o por graves inconvenientes a mandar parte de sus enfermos a los hospitales públicos. Vigilaban los administradores, los directores, los médicos, las monjas y el capellán; pero desgraciadamente era motivo de escándalo la inmoralidad y la irreligiosidad de ciertos enfermos. Baste un botón de muestra. Murió en 1886 el jovencito Enría en el hospital de San Juan. Los enfermos, que estaban en las camas ((**It6.948**)) junto a la suya, con pullas y conversaciones obscenas habían comenzado a tentarlo, mas él, que temía al Señor, no les hizo caso y se limitó a responder: -íNada sé de lo que decís! Estalló una carcajada de aquellos malvados. Cuando pidió los Sacramentos volvieron a la carga con nuevas mofas, pero él: -Yo no os molesto a vosotros y vosotros no debéis molestarme a mí; piense cada cual en sí mismo. Recibidos los auxilios de la religión con mucha piedad, comenzó (**Es6.715**))
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