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((**Es6.713**) de clérigos y estudiantes, y, narrando lo acaecido y atribuyéndolo al demonio, decía bromeando: -Ese grosero no conoce las reglas de la buena educación, es un bellaco; da unas sacudidas como para descoyuntar los huesos. En materia de música es un estúpido; no sabe llevar la batuta e ignora la armonía, marca el compás a destiempo y mete un ruido infernal, como para romper el tímpano, incluso de los que duermen. Del mismo parecer fue el canónigo Anglesio, que felicitó a don Bosco por la caída del rayo, diciéndole: -Patente de enemistad que otorga el diablo a don Bosco. Este hecho me resulta más agradable que cualquier favor o fortuna aún muy señalada, que hubiera podido recibir de los hombres. Por aquellos días algunos diarios mal intencionados, al dar la noticia de la caída de un rayo sobre la casa de don Bosco, se complacían propalando que había habido muertos. La Gaceta del Pueblo, cuyos redactores, por carta del 18 de mayo, habían advertido a don Bosco que se guardase de seguir escandalizando con sus opiniones retrógradas y que procurase ser más italiano, manifestando de este modo, a pesar de querer ocultarlo, el rencor que nutría al Oratorio, por no haber logrado hacerlo cerrar el año anterior, ((**It6.945**)) publicaba con su acostumbrada jerga indecente e impía, en el número ciento treinta y nueve, del lunes 20 de mayo de 1861, estas maliciosas y embusteras palabras: <>Uno de esos infelices alumnos pereció, otros quedaron heridos. Si se hubiese tratado de un colegio liberal, hubieran exclamado los curas: ``He aquí el dedo de Dios''. >>Nosotros, con un poco más de respeto a ese dedo, jamás le echaremos la culpa de un homicidio>>. Escribe don Juan Bonetti: <(**Es6.713**))
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