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corrió a sus queridos muchachos, que dormían en el
piso superior, y los encomendó a la bienaventurada
Virgen María.
Llegaron Rossi y Reano temblando de miedo de
que don Bosco hubiese sufrido algún daño, pero
cuando estuvieron junto a su cama, él los miró
sonriendo y les dijo con toda tranquilidad y
calma:
-Mirad a ver qué hay en medio de la habitación.
El había oído un gran ruido, y quería saber el
motivo. Reano vio cinco o seis ladrillos negros
por el hollín, que habían caído con extraño ímpetu
de la chimenea. Entonces él, después de contar
brevemente a los dos jóvenes lo que le había
sucedido, añadió con su acostumbrada jovialidad:
-íUn rayo mal educado! Sin pedir permiso ha
entrado en mi cuarto, lo ha revuelto todo, ha
echado la cama a un lado y a mí al otro. Habrá que
ponerlo a comer en la mesa de los castigados;
verdad, Rossi? íHoy lo pondrás a pan y agua y nada
más!
Mientras esto sucedía en la habitación de don
Bosco, en el dormitorio superior de los aprendices
había un enorme y doloroso desbarajuste. El rayo,
al caer sobre el remate de la fachada al sur del
dormitorio, había derribado y lanzado al patio dos
chimeneas. Sufrió desperfectos una parte del
tejado, que dejaba ver el cielo por algunos
agujeros, y cayeron sobre las camas tejas,
ladrillos y cascotes. Es imposible describir la
consternación general. Unos lloraban, otros se
quejaban, quién invocaba a la Virgen, quién
llamaba a don Bosco, éste huía, aquél tropezaba y
caía, aquello parecía el fin del mundo.
Al estruendo y alboroto, el clérigo Juan
Bonetti saltó de la cama aterrorizado, encendió la
luz que se había apagado ((**It6.940**)) comenzó
a pasar de una a otra cama para prestar los
primeros auxilios. Y en cuanto vio a algunos
cubiertos de escombros y a otro, Julio Perroncini,
que parecía muerto, mandó en seguida al aprendiz
Santiago Ballario a informar a don Bosco del
siniestro y pedirle asistencia y ayuda.
<<-Y don Bosco?, pregunta José Reano en el
manuscrito que entregó a don Juan Bonetti.
>>Don Bosco no había acabado de hablar conmigo
y con Rossi, cuando llamaron con furia a la
puerta. Abrí y se me presentó el joven Ballario,
que jadeaba y apenas si podía hablar:
>>-Reano, me dijo, por favor, avise en seguida
a don Bosco para que venga corriendo a nuestro
dormitorio; ha caído un rayo... se ha desplomado
el techo sobre los muchachos y muchos han muerto.
>>Al oír don Bosco confusamente las palabras
del joven, volvió a llamarme y me preguntó qué
había sucedido. Al enterarse exclamó con un acento
que destrozaba el corazón:
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