((**Es6.705**)
>>Después de la conferencia los clérigos
rodearon a don Bosco y le pidieron afanosamente
noticias de su salud. El contestó:
>>-Me había propuesto hacer esta florecilla:
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levantarme al primer toque de la campanilla y
después trabajar hasta las seis y cuarenta y
cinco; pero hasta ahora no lo he podido hacer.
Quise comenzar el viernes, día 10; parecíame que
ya me había repuesto; me levanté a la hora
reglamentaria, pero después comenzaron a dolerme
los ojos y no pude hacer nada. Al día siguiente me
pasó lo mismo; al tercer día tuve que quedarme en
cama hasta más tarde.
>>Después del rezo de las oraciones de la
noche, subió don Bosco a la pequeña cátedra. Por
aquellos días habían sido despedidos del Oratorio,
o habían salido espontáneamente, algunos alumnos
que no daban muestras de querer mejorar su
conducta. Don Bosco dijo:
>>-Las novenas y triduos son siempre fatales
para algunos alumnos. No recuerdo que se haya
celebrado una novena sin que se marchase alguno de
esta casa. Ahora estamos escasamente a la mitad de
la novena de Pentecostés y ya salieron cuatro.
Rúa: sabrías decirme por qué?
>>Don Miguel Rúa respondió públicamente:
>>-Yo creo que porque en las novenas hacemos
oraciones particulares, que miran al bien de la
casa, y el Señor las escucha haciendo que se
marchen los más díscolos; de suerte que las
novenas son una especie de purgante para la casa.
>>-Bien, replicó don Bosco. El Señor tiene con
nosotros especiales rasgos de bondad. El ya puso
su santa mano y señaló con el dedo a los que
partieron; púsole también sobre algún otro que
está todavía aquí. Yo les hice oír la voz del
Señor; les dije: queréis recapacitar y sentar la
cabeza? Pero no la quisieron escuchar;
ídesdichados ellos! Mientras, nosotros haremos
mañana esta florecilla: pensar cómo hemos
correspondido en el pasado a las gracias del Señor
y cómo queremos corresponder en adelante>>.
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