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satisfechísimo para ingresar en el primer curso.
La misma propuesta hizo a Tamone, natural de
Giaveno y zapatero: -Porque, le dijo: te vi
segando, pero no lo hacías a gusto. Otro artesano,
a la sazón encuadernador, pasó también a la
sección de los estudiantes.
>>El siervo de Dios no dio a conocer su nombre.
>>El cuarto fue un alumno que había entrado en
el Oratorio como artesano y que estaba aprendiendo
el oficio de sastre; a éste le vio don Bosco en el
sueño arrancando la hierba nociva. El mismo joven
manifestó confidencialmente al clérigo Ruffino que
su conducta pasada había dejado algo que desear,
pero que en poco tiempo demostró tal espíritu de
piedad que fue propuesto como modelo y se le vio
practicar ((**It6.930**)) actos
de virtud, especialmente de humildad, difíciles de
olvidar. Estando en la sección de estudiantes,
sucedió, por dos veces, que habiendo otro alumno
que llevaba un nombre semejante al suyo, ocasionó
que en la nota semanal del estudio, por error del
encargado, obtuviera un bene y un fere óptime.
Cuando se dan estos casos de equivocación, sucede
casi siempre que los jóvenes, incluso los mejores,
suelen reclamar contra la injusticia involuntaria,
y si no se lamentan, al menos procuran hacer
reconocer su inocencia y la rectificación de la
nota.
>>Pero nuestro jovencito, sin inmutarse por
nada, a los que le manifestaban su extrañeza, pues
el error había sido manifiesto, induciéndole, por
tanto, a reclamar, les decía simplemente:
>>-íMe lo mereceré!
>>Y nada hizo para que se rectificase aquella
nota, estando dispuesto a someterse a la privación
del premio prometido a quienes a lo largo del año
hubiesen sacado óptime todas las semanas.
>>El mes de mayo, que había empezado tan
felizmente, atraía a las almas hacia las cosas
celestiales. El joven Parigi, que fue después un
santo sacerdote, un día en que se hablaba en clase
del paraíso, quedó tan absorto en el pensamiento
de la celestial mansión, que los compañeros
tuvieron que sacudirlo para que atendiera a la
lección>>. Y don Bosco se industriaba para
infundir en sus alumnos una devoción tierna y
sólida a María Santísima y les enseñaba a amarla
como a madre cariñosa y honrarla e invocarla como
a reina poderosa.
Escribe Bonetti en el Capítulo Ll de los Cinco
Lustros de Historia del Oratorio Salesiano:
<(**Es6.702**))
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