((**Es6.701**)
los que había contemplado anteriormente; después
aparecían otros individuos para mí completamente
desconocidos, y los que una vez viera jóvenes, los
veía más tarde viejos y decrépitos. El número de
los muchachos crecía cada vez de una manera más
rápida y desorbitada.
>>Los alumnos le recordaron también que el
personaje del sueño le había dicho: Verás cosas
que te servirán de consuelo y otras que te
llenarán de angustia. Por eso le preguntaron si, a
cada diez vueltas había visto a sus hijos en la
misma condición, en el mismo oficio, siguiendo una
misma línea de conducta o si habían cambiado a
peor en las escenas sucesivas. Don Bosco no quiso
decirlo; con todo, exclamó:
>>-Causa pena y llena el alma de desolación el
ver las muchas vicisitudes a que uno ha de
someterse en el curso de la vida. Os aseguro que
si en mi juventud hubiese previsto las peripecias
que habría tenido que soportar, desde hace algunos
años a esta parte, me habría dejado ganar por el
desaliento.
>>-Los alumnos se mostraban también
maravillados por el número de casas y colegios que
el siervo de Dios aseguró tendría en el futuro, ya
que al presente sólo contaba con el Oratorio de
Valdocco. Pero el buen padre repetía:
>>-íYa veréis, ya veréis!
((**It6.929**)) >>Don
Bosco hablaba de esta forma tan familiar a toda la
comunidad, pero se reservó algunas cosas para
decirlas solamente a sus clérigos. En efecto, les
manifestó que entre los que estaban trabajando en
el campo de trigo, había visto a dos que llegarían
a ser obispos.
Esta noticia cundió por el Oratorio en un abrir y
cerrar de ojos. Los alumnos comenzaron a hacer
cábalas, intentando adivinar los nombres de los
candidatos. Don Bosco no había querido ser más
explícito, mientras los muchachos pasaban revista
a los nombres de todos los clérigos. Al fin se
pusieron de acuerdo en que el primer obispo sería
el clérigo Juan Cagliero, y manifestaron sus
sospechas de que el segundo fuese Pablo Albera.
Estas voces corrieron por la casa durante mucho
tiempo>>. Hasta aquí Ruffino.
Nosotros podemos añadir que nadie pensó en el
estudiante Santiago Costamagna ni sospechó lo más
mínimo que a él le reservaba el Señor una mitra.
<(**Es6.701**))
<Anterior: 6. 700><Siguiente: 6. 702>