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((**Es6.691**) Tras una nueva señal tomé el manubrio y di algunas vueltas más. Después, solamente vi una llanura desolada sin ser viviente alguno: -íOh!, -exclamé aterrado-. íYa no veo ninguno de los míos! Dónde están, pues, ahora todos los jóvenes a los cuales atendí y que eran tan vivarachos y robustos y los que se encuentran actualmente conmigo en el Oratorio? ((**It6.915**)) -Pertenecen ya al número de los más. Has de saber que han pasado diez años cada vez que hacías girar la rueda otras tantas veces. Hice la cuenta y resultó que habían transcurrido cincuenta años y que alrededor del 1911 todos los alumnos actuales del Oratorio habrían muerto. -Quieres ver ahora otro espectáculo sorprendente?, -me dijo aquel buen hombre. -Sí, -respondí yo. -Entonces presta atención, si te agrada ver y saber algo más. Da una vuelta a la rueda en sentido contrario, y ahora cuenta tantas vueltas cuantas has dado anteriormente. La rueda giró. -íAhora mira!, -me dijo el guía. Miré y he aquí que vi ante mí una cantidad inmensa de jovencitos, todos desconocidos, de una infinita variedad de costumbres, pueblos, fisonomías y lenguas, de forma que por mucho que me esforcé sólo pude apreciar una mínima parte de ellos con sus superiores, directores, maestros y asistentes. -A éstos, en realidad, no los conozco, -dije a mi guía. -Pues a pesar de ello, -me respondió-, son hijos tuyos. Escúchalos, hablan de ti y de tus primeros hijos que fueron sus superiores y que ya no existen; recuerdan las enseñanzas que de ti y de ellos recibieron. Seguí observando con atención, pero cuando aparté la vista de la lente, la rueda comenzó a girar por si sola a tanta velocidad y haciendo tal ruido, que me desperté, encontrándome en el lecho presa de un cansancio mortal. Ahora que os he contado estas cosas, vosotros pensaréis: -íQuién sabe! A lo mejor don Bosco es un hombre extraordinario, un personaje, tal vez un santo. Mis queridos jóvenes: para impedir que se susciten conversaciones necias en torno a mi persona, os dejo en plena libertad de creer o no creer en estas cosas, de darles mas o menos importancia; sólo os ruego que no toméis nada de cuanto os he referido a risa al comentarlo, ya con los compañeros ya con personas de fuera. Me complace el deciros que el Señor dispone de muchos medios para manifestar a los hombres su voluntad. A veces se sirve de los instrumentos más ineptos e indignos, como se sirvió en otro tiempo de la burra de Balaán, haciéndola hablar, y del falso profeta del mismo nombre, que predijo muchas cosas referentes al Mesías. Por eso, lo mismo puede suceder conmigo. Os digo además que no os fiéis de mis ((**It6.916**)) obras para regular las vuestras. Lo que debéis hacer es tomar en cuenta lo que os digo, pues tengo la certeza de que de esa forma cumpliréis la voluntad de Dios y todo redundará en provecho de vuestras almas. Respecto a lo que hago, no digáis nunca: -Lo ha hecho don Bosco y, por tanto, está bien; no. Observad Primero mis acciones, si veis que son buenas, imitadlas; si acaso me veis hacer algo que no está bien, guardaos mucho de imitarlo: desechadlo como cosa mal hecha. (**Es6.691**))
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