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preguntado qué flores eran las que tenía que
cortar, y se apresuró a desandar el camino.
-Has de cortar, -le dijeron- la flor de la
caridad y la flor de la humildad.
-Ya las tengo.
-Eso es lo que te dice tu presunción, pero en
realidad no las tienes.
Y aquel joven se revolvía en un acceso de
cólera y daba saltos impulsado por la ira que le
dominaba.
-No es este el momento más oportuno para
enfadarse de esa manera, -le dijo el
distribuidor-, negándose resueltamente a
entregarle la herramienta que le había pedido.
Ante tal actitud, el infeliz se mordía los puños
de rabia.
Al contemplar semejante espectáculo, aparté la
vista de la lente, a través de la cual había
contemplado tantas cosas, sintiéndome lleno de
emoción por las aplicaciones morales que me había
sugerido mi amigo.
Quise rogarle aún que me diese algunas
explicaciones mas y él añadió:
-El campo sembrado de trigo representa a la
Iglesia: la mies es el fruto de la cosecha; la hoz
es el símbolo de los medios empleados para
conseguir dicho fruto, sobre todo la palabra de
Dios; la hoz sin punta representa la falta de
piedad, y sin filo la carencia de humildad;
salirse del campo mientras se siega, quiere decir
abandonar el Oratorio o la Pía Sociedad.
III
La noche del 4 de mayo don Bosco se disponía a
finalizar la narración del sueño en el que había
visto representados en el primer grupo a los
alumnos estudiantes del Oratorio y en el segundo a
los que eran llamados al estado eclesiástico.
Hemos llegado, pues, al tercer cuadro o visión
en la que, en apariciones sucesivas don Bosco vio
a todos los que en 1861 dieron su nombre a la Pía
Sociedad de San Francisco de Sales; el prodigioso
engrandecimiento de la misma y el lento ocaso de
los ((**It6.913**))
primeros salesianos a los que habían de seguir los
continuadores de la Obra.
Don Bosco habló así:
Después de haber contemplado a mi placer la
escena de la siega, tan rica en detalles, el
amable desconocido me dijo.
-Ahora dale diez vueltas a la rueda; cuéntalas
y después mira a través de la lente.
Me puse a hacer lo que me había sido ordenado
y, tras haber dado la décima vuelta, me puse a
mirar a través del cristal. Y he aquí que vi los
mismos jóvenes, a los que recordaba haber
contemplado días antes en edad adolescente,
convertidos en adultos de aspecto viril; a otros
con larga barba o con cabellos blancos.
-Pero cómo puede ser esto? Hace apenas unos
días aquél era un niño al que casi se le podía
tomar en brazos, y hoy es ya tan mayor?
El amigo me contestó:
-Es natural; cuántas vueltas has dado?
-Diez.
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