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simboliza a los destinados a separar a los buenos
de los malos, labor reservada a los directores de
nuestras futuras casas. Entre éstos estaban don
Francisco Cerruti, Juan Tamietti, Domingo
Belmonte, Pablo Albera y otros que actualmente
cursan sus primeros estudios, porque son aún muy
jóvenes.
Todas las escenas anteriormente descritas se
desarrollaban al mismo tiempo. Entre aquella
multitud de jóvenes vi a algunos que llevaban unas
antorchas encendidas para alumbrar a los demás, a
pesar de que era pleno día. Eran los que habían de
servir de ejemplo a los demás obreros del
Evangelio, iluminando al clero con su conducta.
Entre ellos estaba Pablo Albera, el cual, además
de llevar la antorcha, tocaba también la guitarra,
indicio de que indicaría el camino a seguir a los
sacerdotes animándoles al cumplimiento de su
misión. Se aludía a algún otro cargo que ocuparía
en la Iglesia.
((**It6.911**)) Mas, en
medio de tanto movimiento, no todos los jóvenes al
alcance de mi vista se ocupaban de algún trabajo.
Uno de ellos tenía una pistola en la mano, esto
es, tenía vocación militar, pero aún no se había
decidido a seguirla.
Algunos otros, con las manos a la cintura,
observaban a los segadores, dispuestos a seguir su
ejemplo; otros parecían indecisos, pero al
considerar la dureza del trabajo, no se resolvían
a empuñar la hoz. No faltaban tampoco quienes
acudían presurosos a la faena. Algunos, al llegar
el momento de tener que comenzar a segar,
permanecían ociosos; otros empuñaban la hoz al
revés, entre ellos Molino: símbolo de los que
hacen lo contrario de lo que deben hacer.
Muchísimos se alejaban para tomar uvas silvestres,
representando a los que pierden el tiempo en cosas
extrañas a su ministerio.
Mientras yo contemplaba lo que sucedía en el el
campo de trigo, vi un grupo de jóvenes cavando la
tierra; ofrecían un espectáculo singular. La mayor
parte de aquellos muchachos trabajaba con singular
interés, mas tampoco faltaban los negligentes.
Algunos manejaban la azada al revés; otros
golpeaban la tierra, pero la herramienta no
penetraba en ella; no faltaban quienes a cada
azadonazo se les salía la pala del mango. El mango
representaba la rectitud de intención.
Observé entonces que algunos, que al presente
son aprendices, estaban en el campo de los que
segaban, y, en cambio, otros, que ahora son
estudiantes, se encontraban entre los que cavaban
la tierra. Intenté tomar nota de cuanto veía, pero
mi intérprete me mostraba siempre el cuaderno y no
me permitía escribir.
Al mismo tiempo vi también a muchos jóvenes que
estaban sin hacer nada, no sabían resolver si
ponerse a segar o a cavar la tierra.
Los dos Dalmazzo, Primo Gariglio y Monasterolo
con otros muchos, estaban mirando, pero ya habían
tomado una decisión.
También me di cuenta de que algunos, saliendo
del grupo de los cavadores, mostraban deseos de ir
a segar. Uno corrió al campo de trigo tan decidido
que no se preocupó antes de adquirir una hoz.
Avergonzado de aquel necio proceder, volvió atrás
para pedirla. El que las distribuía no quería
dársela y el tal le urgía para que se la
proporcionase.
-Aún no es tiempo, -le respondió el
distribuidor.
((**It6.912**)) -Sí que
lo es, dámela.
-No; ve antes a tomar dos flores del jardín.
-íBueno!, exclamó el solicitante encogiéndose
de hombros; iré a tomar todas las flores que
quieras.
-No; solamente dos.
Se dirigió seguidamente al jardín, pero al
llegar a él se dio cuenta de que no había
(**Es6.688**))
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