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muy bien, pero le faltaba la punta, símbolo de la
humildad; era el deseo de ocupar el grado más
elevado entre los iguales. Acudió a Francisco
Cerruti para que se la arreglara. En efecto, vi a
Cerruti arreglando algunas hoces; señal de que
debía de inculcar en los corazones ciencia y
piedad, lo que quería decir que sería profesor,
por eso se le veía manejar diestramente el
martillo. Golpear con esta herramienta quería
decir dedicarse a la enseñanza del clero. Provera
le presentaba las hoces estropeadas. Don José
Rochietti y otros recibían las que necesitaban ser
afiladas, pues se dedicaban a esto. El oficio de
afilar representaba a los que se encargaban de
formar al clero en la piedad. Viale fue a tomar
una hoz que no estaba afilada, pero Provera le dio
otra que acababa de ser pasada por la piedra. Vi
también a un herrero preparando las herramientas
de metal, empleadas en la agricultura: era
Costanzo.
Mientras todos se entregaban con ardor, cada
uno a su trabajo, Fusero hacía las gavillas, lo
que indicaba la conservación de las conciencias en
la gracia de Dios; pero, detallando aún más y
viendo en las gavillas representados a los simples
fieles, no destinados al estado religioso, se
sobrentendía que ocuparía en el porvenir un puesto
de maestro en la instrucción de los clérigos.
Había algunos que le ayudaban a atar las
gavillas, y recuerdo haber visto, entre otros, a
don Juan Turchi y a Ghivarello. Esto representa a
los destinados a poner orden en las conciencias,
especialmente mediante la práctica del ministerio
de la Confesión, entre los adeptos o aspirantes al
estado eclesiástico.
Otros transportaban gavillas en un carro,
símbolo de la gracia de Dios. Los pecadores
convertidos han de montar en este carro para
seguir la recta vía de la salvación, que tiene
como término el cielo.
El carro comenzó a moverse cuando estuvo
completamente cargado de gavillas. Tiraban de él,
no los jóvenes, sino dos bueyes, símbolo de la
fuerza o esfuerzo perseverante. Algunos iban
conduciéndolo. Delante de todos ellos don Miguel
Rúa, que era el que guiaba, lo que quiere decir
que su ((**It6.910**)) misión
sería dirigir las almas hacia el cielo. Don Angel
Savio seguía detrás con una escoba atrapando las
espigas y las gavillas que se caían.
Esparcidos por el campo estaban los
espigadores, entre los cuales Juan Bonetti y José
Bongiovanni; esto es: los que atendían a los
pecadores obstinados. Bonetti especialmente está
designado por el Señor para buscar a los
desgraciados que han escapado de la hoz de los
segadores.
Fusero y Anfossi amontonaban gavillas, en el
campo, para que fuesen trilladas a su debido
tiempo; esto tal vez quería decir que a su debido
tiempo desempeñarían alguna cátedra.
Otros, como don Víctor Alasonatti, ataban las
gavillas, representación de los que administran el
dinero, vigilan para que se cumplan las reglas;
enseñan las oraciones y el canto sagrado,
cooperando, en suma, moral y materialmente, a
encaminar a las almas hacia la meta de la
salvación.
Un espacio de terreno estaba preparado como
para trillar las gavillas en él. Don Juan
Cagliero, que se había dirigido al jardín en busca
de algunas flores, las distribuía entre los
compañeros y él, con un ramito en la mano, se
encaminó hacia la era para comenzar la faena. Esta
labor simboliza a los destinados por Dios para la
instrucción del pueblo llano.
A lo lejos se divisaban unas negras humaredas
que levantaban sus penachos al cielo. Era el
efecto de la labor de los que atropaban los
yerbajos y, sacándolos fuera del campo sembrado de
espigas, los amontonaban y les prendían fuego.
Esto
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