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((**Es6.685**) alumnos. En esta ocasión fue conciso y categórico en sus palabras. No dio nombre alguno, dejando para otra ocasión las preguntas que hizo a su guía y las explicaciones que oyó de labios de éste en relación con ciertos símbolos y alegorías que habían desfilado ante su vista. El clérigo Ruffino nos legó algunos nombres sirviéndose de las confidencias que le hicieran algunos de los mismos jóvenes a quienes don Bosco había dicho lo que sobre ellos había visto en el sueño, dejando constancia de ello. Dicha nota lleva fecha de 1861. Nosotros entretanto para mayor claridad en la exposición y para evitar demasiadas repeticiones, formaremos un todo único, introduciendo en el relato los nombres omitidos y las explicaciones dadas; pero éstas, en la mayoría de los casos, no serán presentadas en forma dialogada. Con todo seremos exactos, citando literalmente cuanto escribió el cronista. Don Bosco, pues, comenzó a decir: El desconocido continuaba junto al aparato de la rueda y de la lente. Yo me sentía muy contento por haber visto a tantos jovencitos que vendrían a vivir con nosotros, cuando me fue dicho: -Quieres contemplar algo más hermoso? -Sí, sí, veamos. -íDa una vuelta a la rueda! Así lo hice, mirando después a través de la lente. Vi a todos mis jóvenes divididos en numerosos grupos, algo distantes los unos ((**It6.907**)) de los otros y ocupando una amplia extensión. Hacia una parte divisé un terreno sembrado de legumbres y hortalizas y cubierto en parte de pastos, en cuyos linderos crecían algunas hileras de vides silvestres. En dicho campo, los jóvenes de uno de los grupos trabajaban la tierra empleando azadas, palas, horcas, picos y rastrillos. Estaban, además, divididos en cuadrillas que tenían sus respectivos jefes. Les presidía el caballero Oreglia di Santo Stefano, el cual distribuía entre ellos herramientas de labor de toda suerte y obligaba a trabajar a los que no tenían ganas de hacerlo. A lo lejos, al fondo de aquel terreno, vi a algunos jóvenes arrojando la simiente a la tierra. El segundo campo se encontraba en la otra parte, en un extenso campo de trigo cubierto de doradas espigas. Un largo foso servía de lindero entre éste y los demás campos cultivados que se veían por doquier y cuyos límites se perdían en el horizonte lejano. Los jóvenes que trabajaban en él se dedicaban a recoger las mieses, pero no todos realizaban la misma labor. Unos segaban y hacían grandes gavillas; otros las amontonaban; quiénes espigaban, quién conducía un carro; éste trillaba, aquél arreglaba las hoces, el otro las distribuía, el de más allá tocaba la guitarra. Os aseguro que era un hermoso espectáculo de sorprendente variedad. En aquel campo, a la sombra de añosos árboles, se veían numerosas mesas con el alimento necesario para toda aquella gente; y más allá, a poca distancia, un amplio y magnífico jardín cercado de abundante sombra y cubierto de macizos de las más bellas y variadas flores. (**Es6.685**))
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