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con las patas delanteras apretaba fuertemente las
gargantas de sus infelices víctimas, de forma que
el rostro de aquellos desgraciados muchachos se
tornaba de un color rojo sanguinolento, y sus
ojos, inyectados en sangre, parecía que iban a
saltar de sus órbitas. Con las patas de atrás les
apretaban los muslos de manera que a duras penas
les consentían moverse, y con la cola, que les
llegaba hasta el suelo, les enredaban las piernas
hasta el punto que les hacían imposible el
caminar. Esto representaba a los jóvenes que
después de los ejercicios espirituales continúan
en pecado mortal, especialmente contra la pureza y
la modestia, habiéndose hecho reos en materia
grave contra el sexto mandamiento. El demonio les
apretaba la garganta para no dejarles hablar
cuando debían hacerlo; les hacía enrojecer hasta
perder la cabeza, y proceder de una manera
irracional, haciéndoles esclavos de una vergüenza
fatídica, que, en lugar de inducirlos a la
salvación, los lleva a la ruina. Mediante sus
estratagemas les hacen saltar los ojos de las
órbitas, para que no puedan ver sus miserias y los
medios para salir del estado miserable en que se
encuentran, haciéndoles víctimas de su aprensión
((**It6.904**)) y
repugnancia hacia los Santos Sacramentos. Los
tienen aprisionados por los muslos y por las
piernas, para que no puedan moverse ni dar un paso
por el camino del bien; tal es el procedimiento de
la pasión, a causa del hábito contraído, que
llegan a creer imposible la enmienda.
Os aseguro, queridos jóvenes, que derramé
abundantes lágrimas al contemplar aquel
espectáculo. Habría deseado precipitarme a salvar
a aquellos infelices, pero apenas me separaba de
la lente, nada veía. Quise entonces tomar nota de
los nombres de los tres desgraciados, pero el
amigo me replicó:
-Es inútil, pues están ya escritos en este
libro que tengo en la mano.
Entonces, con el corazón lleno de una emoción
indecible y con lagrimas en los ojos, me volví al
compañero y le dije:
-Pero es posible que se encuentren en semejante
estado estos tres pobres jóvenes a los cuales he
dado tantos consejos y a los que tantos cuidados
he dedicado en la confesión y fuera de ella?
Y seguidamente le pregunté qué es lo que
deberían hacer para arrojar de encima a tan
horribles monstruos. Entonces, mi compañero,
comenzó a decir muy de prisa y entre dientes estas
palabras: Labor, sudor, fervor. (Trabajo, sudor,
fervor).
-Es inútil; si hablas así no te entenderé nada.
-íVaya! Estás acostumbrado al empleo de la
gramática y al uso de las construcciones en las
clases y no comprendes? Presta atención: Labor,
punto y coma; sudor, punto y coma; fervor, punto.
Has entendido?
-He comprendido el sentido material de las
palabras, pero es necesario que tú me digas el
significado.
Y el guía continuó:
-Labor in assiduis operibus; sudor in
poenitentiis continuis; fervor in orationibus
ferventibus et perseverantibus. (Trabajo en las
obras asiduas; sudor en las penitencias continuas;
fervor en las oraciones fervorosas y
perseverantes). Pero, por éstos es inútil que te
sacrifiques, no conseguirás ganartelos, pues no
quieren sacudir el yugo de Satanas, del cual son
esclavos.
Entretanto, yo seguía mirando por la lente y me
atormentaba pensando:
-Pero todos éstos se han de perder
irremisiblemente? Es posible? Aun después de haber
hecho los ejercicios espirituales? También
aquéllos? Y aquellos otros? Después de haber hecho
tanto por ellos..., después de haber trabajado
tanto..., después de tantos sermones..., después
de tantos consejos como les he dado...?,
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