((**Es6.681**)
Entretanto mi hermano se había alejado y no
volví a verle, mientras que el desconocido,
dirigiéndose a mí, me dijo:
-Quieres ver algo extraordinario?
-De buena gana, -respondí.
((**It6.901**))
-Quieres ver a tus muchachos tal y como son
actualmente? Cómo serán en el futuro? Quieres
contarlos?
-íOh!, sí, sí.
-Pues, ven.
I
Entonces sacó no sé de donde una gran máquina,
que no sabría describir, la cual constaba de una
gran rueda. Y mientras la colocaba en el suelo le
pregunté:
-Qué significa esa rueda?
-La eternidad en las manos de Dios, -me
respondió.
Y tomando la manivela de aquella rueda, la hizo
girar. Después me dijo:
-Toma el manubrio y dale una vuelta.
Así lo hice y después mi acompañante añadió:
-Ahora mira dentro.
Observé la máquina y vi que tenía un gran
cristal en forma de lente, casi de un metro y
medio de diámetro, emplazado en el centro de la
misma y fijo en la rueda. Alrededor de la lente se
leía: Hic est oculus qui humilia respicit in coelo
et in terra. (Este es el ojo que ve las cosas
humildes en el cielo y en la tierra).
Inmediatamente apliqué la cara a la lente. Miré y
íoh, espectáculo maravilloso! Vi en el interior de
aquel artefacto a todos mis jóvenes del Oratorio.
-Pero cómo es posible? -me decía para mí. Hasta
ahora no vi a ninguno de mis hijos en esta región
y ahora los contemplo a todos reunidos. Pero no
están en Turín?
Miré por encima y por los lados de la máquina,
pero fuera de la lente no veía a nadie. Levanté el
rostro para expresar mi admiración al compañero,
pero, apenas pasados unos instantes, me ordenó que
diese una segunda vuelta a la manivela, y vi una
singular y extraña separación de jóvenes. A un
lado los buenos y a otro los malos. Los primeros
radiantes de felicidad; los otros, que
afortunadamente no eran muchos, daban compasión.
Yo los reconocí a todos, pero íqué distintos eran
de lo que los compañeros creían! Unos tenían la
lengua agujereada; otros los ojos completamente
extraviados; quienes sufrían dolor de cabeza
producido por repugnantes úlceras, no faltando los
que tenían el corazón roído por los gusanos.
Cuanto mas los miraba, mas afligido me sentía.
-Pero es posible que estos sean mis hijos?
-exclamé-. No comprendo lo que pueden significar
estas extrañas enfermedades.
Al escuchar estas palabras, el que me había
conducido a la rueda me dijo:
-Escúchame: la lengua agujereada significa las
malas conversaciones; la vista extraviada, los que
interpretan o juzgan de una manera torcida
((**It6.902**)) los
designios de Dios, prefiriendo la tierra al cielo;
la cabeza enferma representa el menosprecio de tus
avisos y consejos y la satisfacción de los propios
caprichos; los gusanos son las malas pasiones que
corroen el corazón; también están ahí los sordos,
los que no quieren escuchar tus palabras para no
ponerlas en práctica.
Después me hizo una señal, y yo, dando una
tercera vuelta a la rueda apliqué el ojo a la
lente del aparato. Vi entonces a cuatro jóvenes
atados con gruesas cadenas.
(**Es6.681**))
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