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((**Es6.680**) Y como yo no me moviese, mi amigo insitió: -Date prisa; no pierdas tiempo, que se acerca la noche. -Pero por qué me das tanta prisa? No, no quiero higos; me agrada verlos, regalarlos, pero no me son agradables al paladar. -Si es así, sigamos adelante; pero recuerda lo que dice el Evangelio de San Mateo, cuando habla de los grandes acontecimientos que sucederán a Jerusalén. Decía Cristo a los Apóstoles: Ab arbore fici discite parabolam. Cum jam ramus ejus tener fuerit et folia nata, scitis quia prope est aestas. (Aprended la enseñanza de la higuera: cuando ya esté tierna su rama y salgan las hojas, sabed que ya está cerca el verano). Y ahora está muy cerca, puesto que los higos comienzan a madurar. Reemprendimos la marcha y he aquí que apareció otro campo plantado de viñas. El desconocido me dijo inmediatamente: -Quieres uvas? Si no te agradan los higos, ahí tienes uvas: toma y come. -íOh! Ya las cortaremos a su tiempo de la cepa. -Pues aquí también las hay. -íA su tiempo!, -le respondí. ((**It6.900**)) -Pero no ves cuánta uva madura? -Posible? Y en esta estación? -Date prisa, que se hace tarde y no hay tiempo que perder. -Qué prisa tenemos? Con tal de que al final del día me encuentre en mi casa... -Te repito que te des prisa, pues pronto se hace de noche. -Si se hace de noche volverá otra vez el día. -No es cierto; ya no volverá otra vez el día. -Cómo? Qué es lo que quieres decir? -Que se acerca la noche. -Pero de qué noche me estás hablando? Quieres decir que debo preparar la maleta para partir? Que debo ir pronto a mi eternidad? -Se aproxima la noche: dispones de muy poco tiempo. -Dime al menos si será pronto. Cuándo he de partir? -No seas tan curioso. Non plus sápere quam oportet sápere. (No saber más de lo que es necesario saber). -Así decía mi madre a los entrometidos, pensé para mí, y después proseguí en alta voz. -Por ahora no quiero uvas. Seguimos avanzando lentamente y, tras breve caminar, llegamos al campo de nuestra propiedad, en el que encontramos a mi hermano José cargando un carro. Al verme se acercó para saludarme; después saludó a mi compañero, pero viendo que éste no respondía al saludo ni le hacía caso, me preguntó si el tal había sido condiscípulo mío: -No, -le dije- es la primera vez que le veo. Entonces José le dirigió de nuevo la palabra diciéndole: -Oiga, por favor, dígame su nombre; tenga la bondad de contestarme; que yo sepa con quien hablo. Pero el guía continuaba sin hacerle caso. Mi hermano, extrañado, se dirigió nuevamente a mí para preguntarme: -Pero quién es éste? -No lo sé, no ha querido decírmelo. Ambos insistimos para que nos dijese de dónde venía, pero el otro volvió a repetir: Non plus sápere quam oportet sápere. (**Es6.680**))
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