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ladrón!... Cuando uno menos lo piensa, entra en
casa y deja caer la guadaña sobre el hilo de la
vida... Arreglemos, pues, nuestras cuentas con una
buena confesión... La muerte no hace antesala con
nadie, ni siquiera con el rey, ni con los papas...
íAtención!... Mors non tardat (la muerte no
espera). Y después?... íLa eternidad!...>>
Y el santo temor de Dios, inspirado por las
palabras de don Bosco, servía de guía y de freno a
la conducta de los muchachos, los educaba
reciamente en la virtud y los hacía dignos de la
protección de María Santísima.
Mantenía también vivo en sus corazones el amor
a la Iglesia y al Papado con la narración de las
vidas de los Papas, que les hacía cada domingo por
la mañana. Cuando llegó al papa san Urbano I, se
detuvo tres días festivos consecutivos
describiendo el heroísmo de santa Cecilia. Como
don Bosco conocía perfectamente la topografía de
la Roma imperial, la estructura de los palacios
patricios con sus atrios, pórticos, salones,
fuentes y las costumbres de los antiguos romanos,
sabía presentarlos al vivo para la ardiente
imaginación de sus oyentes. Intentó el clérigo
Juan Bonetti reproducir sobre el papel una de
estas conferencias, y nos la envió unos treinta
años más tarde. Escribió lo que recordó y es
suficiente para darnos una idea del método
descriptivo y de los diálogos, que don Bosco solía
mantener desde el púlpito, aprovechando hasta la
más insignificante circunstancia para hacer más
atrayentes sus narraciones. Juzgue de ello el
lector.
Durante el imperio de Alejandro Severo sufrió
la Iglesia una terrible persecución. El papa
Urbano I, para evitar todo peligro, habíase
refugiado en las catacumbas, a tres millas de
Roma. Son estas catacumbas unos lugares
subterráneos donde se ((**It6.77**))
sepultaban los cuerpos de los santos mártires y
donde se escondían los cristianos (**Es6.68**))
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